ECONOMIA E REGNO DI DIO

"Reconciliación: don de Dios y fuente de vida nueva"

Fernando Rodríguez Garrapucho, scj

Este es el título que llevó el segundo documento redactado como preparación a la II Asamblea ecuménica de Europa, un documento que será ya en parte definitivo. Se propuso con un año de antelación a la consideración de todas las Iglesias, con el fin de tener ya una base para los diálogos del encuentro de la primavera del 97. Es más orgánico que el primer "Instrumento de trabajo". En el prefacio se advierte que el grueso documento emanado de la Asamblea de Basilea es todavía muy actual, aunque muchas cosas han cambiado tras la caída del comunismo. Pero, en todo caso, la segunda Asamblea no se propondría hacer otro voluminoso documento sino que tratará sobre todo de poner el acento en una acción común. Después de esta introducción vienen dos partes, la primera es breve, de estilo teológico y meditativo a partir de textos fundamentales para la fe, y se presentaba como el esbozo del documento que la Asamblea discutiría y votaría como "Mensaje de Graz". Es un texto de gran densidad y belleza. Tiene un tono exhortativo y meditativo, aunque bajando a lo concreto en cuanto a las cuestiones en juego.(1) Al final de esta primera parte, el n. 23 contiene algunas ideas que ahora nos interesa estudiar. Esta 1ª parte, hablando de la reconciliación del hombre con la naturaleza, toca el tema de la economía y afirma:

"La casa de la vida, en la cual sólo podemos habitar, está amenazada de destrucción por los abusos que se producen sobre nuestro continente, especialmente a causa de nuestro comportamiento consumístico. Esto tiene como consecuencia una limitación de las posibilidades de vida para las generaciones futuras a causa de estos nuestros excesos mortales. Estos excesos se refieren en particular a la intolerable situación económica en la cual un número siempre menor de personas se hace cada vez más rico, mientras un número siempre mayor de personas está constreñido a vivir una vida cada vez más miserable. La reconciliación entre el 'superhombre' que piensa en el deber de tener todas las cosas, y el 'infra-hombre' al cual le viene quitado todo, es el trabajo más importante que tenemos ante nosotros. En la lucha por un modelo en grado de expresar suficientemente lo humano que hay en el hombre se unen estrechamente a la vez la renuncia a lo superfluo por parte del mundo rico y el reconocimiento de los derechos fundamentales hacia el lado del mundo pobre. Aparece, por tanto, claramente, que la urgencia del proceso conciliar por la justicia, la paz y la preservación de la creación resulta reforzada por la dimensión de la reconciliación".(2)

La segunda parte de este documento, de tono diferente, contenía seis subtemas para los trabajos de grupo de la Asamblea, los cuales luego deberían terminar con las respectivas "recomendaciones en vista de la acción". Los seis subtemas o puntos propuestos aquí son prácticamente los mismos del Documento anterior:

La búsqueda de la unidad visible entre las Iglesias.

El diálogo con las religiones y las culturas.

La reconciliación como compromiso por la justicia social, sobre todo para la superación de la pobreza, de la exclusión social y de otras formas de discriminación.

Reconciliación entre los pueblos y promoción de formas no violentas de resolución de los conflictos.

La reconciliación como nueva praxis de responsabilidad ecológica, especialmente mirando a las futuras generaciones.

La reconciliación como justa condivisión con las otras regiones del mundo.

No vamos a resumir el contenido de estos seis puntos, de por sí muy amplio y sugerente, puesto que estamos haciendo un estudio bajo una sola perspectiva, la económico-social y su relación con las tareas de los cristianos en la Europa de este fin de siglo según Graz. Por eso hemos seleccionado los momentos en que se trata en directo nuestro tema, que serán textos de los puntos 3, 5 y 6.

El punto tercero comienza constatando que en este campo de las estructuras económicas injustas es difícil encontrar reconciliación, porque en él se defienden con fuerza intereses personales. Pero ello no debe llevar a un desánimo en la diaconía que la Iglesia tiene que prestar al mundo.(3) Por eso dice:

"Cuando en la sociedad los pecados se convierten en algo estructural hieren el tejido social y causan destrucción y sufrimiento. Estructuras de pecado social, económicas y políticas y actitudes personales culpables no son un 'destino' inevitable. Dios hace irrupción en estas estructuras con su ofrecimiento de reconciliación liberadora. Esto nos permite identificar la fuerza y las estructuras que niegan la vida y reconocer el papel que nosotros mismos jugamos en este contexto. El don divino de la reconciliación no es solamente una gracia y una alegría, sino que es también fundamento y fuente de fuerza para asumir la lucha incluso allí donde es más áspera, para elaborar y ensayar alternativas al 'status quo'."(4)

El punto tercero continúa señalando algunos efectos negativos de la economía cuando ella es la única ley que fuerza los demás sectores de la sociedad: aparecen las exclusiones, discriminaciones y abismos crecientes entre ricos y pobres. En estos momentos, los países que salen del comunismo están en la cuerda floja, porque tienen que someterse a las leyes del mercado libre y esto les obliga a desatender las ayudas sociales de los más débiles. Sin ayuda internacional no pueden progresar atendiendo a los pobres. El documento preparatorio señala que si se está tratando de elaborar una "carta social" para los países de la Unión europea, esto se debería extender al resto de Europa.

"Como cristianos tenemos que analizar críticamente el predominio de la economía y de los objetivos que ella tiene por fundamento, así como su imagen del hombre, y evaluar desde el punto de vista ético todo lo que esto ha producido".(5) El compromiso social del cristiano es algo que parte de su fe. Y esto no sólo como algo extraordinario, sino como parte de la vida cotidiana, tal como se vivía en las primeras comunidades donde se ponía todo en común (Hch 2, 42-47). El hecho de que la persona tenga derecho a participar en todos los ámbitos de la sociedad es parte de nuestra "antropología" cristiana.

El punto quinto de esta segunda parte tiene también textos muy bien pensados que invitan al diálogo sobre lo concreto en materia económico-social. Comienza constatando la tensión a la que el hombre moderno europeo está sometiendo a la naturaleza. En la forma de explotación de la naturaleza parece como si nosotros fuésemos la última generación sobre la tierra, demostrando con ello que no estamos reconciliados con la creación. La reconciliación supone un cambio en nuestra relación con el medio y en nuestras actitudes ante la naturaleza. Como cristianos dejamos todavía mucho que desear en este tema. Porque:

"los problemas ecológicos están estrechamente ligados a otros de orden ético, político, económico y social ... Es evidente que las decisiones políticas y económicas tienen una notable influencia en la preservación de la creación. Pero estas decisiones no constituyen una ley de naturaleza. Ellas son expresión de aquellos valores que son dominantes en nuestro continente: la prosperidad es sólo entendida como 'prosperidad material'; El valor de las personas viene a menudo medido sobre la base de sus condiciones materiales de vida. Bajo este aspecto, la destrucción del ambiente y de la naturaleza es expresión de nuestro sistema de valores".(6)

¿Están las Iglesias proponiendo con claridad estas ideas en Europa? El documento reconoce con sinceridad que en las Iglesias hay más palabras que hechos sobre la justicia y la ecología. ¿Cuántos cristianos se empeñan en la política para sembrar allí nuevas formas de hacer y actitudes diferentes? De entre la maravillosa variedad biológica de la tierra se calcula que perecen para siempre cada día entre 50 y 100 especies vegetales y animales en las regiones tropicales, pero también en Europa, a causa de los venenos utilizados en la agricultura. A parte de la desaparición continua de especies está el calentamiento de la atmósfera, el envenenamiento de los campos y las aguas y las manipulaciones genéticas del hombre. El documento señala como problema importante digno de atención "la movilidad y el tráfico, y lo que esto lleva consigo para nuestra existencia de hoy y de mañana". Los daños que origina la contaminación del tráfico, sobre todo del coche individual, se podrían evitar con el transporte público.

"Invitamos a los cristianos de Europa a comprometerse con fuerza también en estos ámbitos ... En los últimos años han sido publicados en Europa diversos e importantes estudios sobre el desarrollo sostenible, por ejemplo en Holanda, Suiza, Alemania y Rumanía. Estos estudios contienen sugerencias concretas para una acción socio-política. También la acción socio-política de los cristianos, si quiere ser políticamente eficaz, debe ir en la dirección de esas sugerencias. Se trata de armonizar las sugerencias a largo plazo de la acción (perspectiva temporal) y las consecuencias que la actual acción tiene ya hoy en otros países (perspectiva espacial) respecto a las necesidades de los consumidores, las estructuras económicas, las concepciones relativas a la movilidad, el bienestar, el prestigio etc.".(7)

Puesto que en estos campos están tan unidos los aspectos de la acción y las causas económicas y morales de ella, este tema se proyectó como uno de los más importantes para el debate de las Iglesias en Graz. Aquí está en juego la "conversión" de las personas y de las estructuras sociales y en esto tienen algo que decir las Iglesias.

Por último, el punto sexto aborda con valentía las cuestiones sociales más candentes de Europa en relación con los otros continentes del mundo. Lo primero que hace es constatar el cambio en el que se encuadran las relaciones y los problemas entre el Norte y el Sur una vez que los bloques Este-Oeste han sido rotos. Con la caída del muro de Berlin se han distendido mucho las difíciles relaciones con los países del Este, sobre todo en cuestiones militares y armamentísticas. No obstante, el documento señala que las diferencias económicas y sociales permanecen y se agrandan en algunos casos. Pero el problema principal con los países del sur del mundo es el de la deuda externa, "problema irresuelto", dice, que tiene sometidos en relación de dependencia a enteros continentes, como América del Sur, Africa y parte de Asia, pero también a Europa oriental. La deuda "reduce en modo intolerable el margen de libertad en la solución de sus problemas económicos y sociales",(8) pues, como se sabe, la poca producción que se logra sacar adelante se emplea en pagar los intereses y así no hay oportunidad de desarrollo económico. El documento aboga sin dudar por la remisión general de la deuda. Las Iglesias deben colaborar a este paso y se apoyarán en las fuentes bíblicas, en las que se habla del Año jubilar o de remisión. Y el documento precisa respecto a la economía:

"Mientras volvemos a reafirmar todo esto, somos testigos de una galopante globalización de la economía. Los mercados internacionales de las finanzas, de los bienes y de los servicios se sustraen al control de los gobiernos nacionales y comienzan a vivir una vida propia que, a falta de un cuadro social y económico bien definido, se escapa prácticamente a todo control. La tendencia a la capacidad de sostener la competición internacional afecta profundamente a los sistemas de previsión social existentes y no deja ninguna posibilidad a que ellos se desarrollen en los lugares donde hasta ahora han faltado los recursos necesarios. Los objetivos perseguidos por el sistema económico 'neoclásico', que continúa globalizándose, entran en conflicto con los que son propios de la justicia social y de la atención al medio ambiente. Ante el rigor económico se debe responder con sensibilidad social y medioambiental. Esto requiere acuerdos apropiados y tratados internacionales, de entre los cuales uno que haga referencia a la tasación de las transacciones financieras internacionales".(9)

De nuevo, de cara a una toma de postura de los cristianos europeos a través del testimonio personal el documento indica cual debe ser la respuesta cristiana con un programa de acciones concretas:

"Las Iglesias deben apostar, también en Europa, por un estilo de vida sostenible que tenga en cuenta las necesidades de los otros, especialmente de los más pobres. Este estilo se funda en el reconocimiento del valor de cada vida y en la condena de aquellas estructuras y comportamientos que destruyen el derecho de las personas a una vida digna del ser humano. Este compromiso podrá ser llevado a cabo sólo a través de la participación activa en un proceso mundial de condivisión".(10)

El documento termina citando las palabras clave que deben guiar la actividad de las Iglesias en Europa. Palabras que pueden parecer incluso gastadas, pero sin embargo, palabras que adquieren densidad evangélica a medida que se van haciendo realidad en los diversos ambientes sociales: solidaridad, comprensión recíproca, justicia, participación. Sin estas palabras convertidas en programas de vida no se puede promover la construcción del "único mundo" que tenemos y al que hay que reconciliar.

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NOTE

1. Alfio Filippi piensa sin embargo que esta primera parte representa "más una voluntad de reconciliación que una inteligencia de la reconciliación". Se exhorta más al deber de la reconciliación que a poner argumentaciones para ella. Por eso piensa que estamos ante un texto débil en dos aspectos: la argumentación fundante en todo el campo de la reconciliación y la conexión estrecha entre la experiencia vivida de división y la respuesta-llamada a la reconciliación. Por tanto faltaría ligazón entre teología y mandato operativo. Cf. Alfio Filippi SCJ, Figli prodighi le Chiese d'Europa, en: Il Regno-attualità 22, anno XLI (1996) 699.

2. Cf. el texto del Documento en: Documento di lavoro per l'Assemblea di Graz 1997. Riconciliazione &endash; dono di Dio e sorgente di vita nuova, Il Regno-documenti 21, anno XLI (1996) 693-708. Aquí p. 697.

3. En esto, como en otros ámbitos de la acción, ha dado buen ejemplo el papa Juan Pablo II con tres encíclicas sociales de gran valentía y claridad tanto en la denuncia de la injusticia como en criterios morales de solución, aunque el tono de la tercera cambie un poco respecto a las dos primeras: "Laborem exercens"(1981), "Sollicitudo rei socialis"(1987) y "Centesimus annus"(1991). Por desgracia estas encíclicas son poco conocidas y estudiadas.

4. Documento di lavoro, 701.

5. Idem.

6. Ibidem, 706.

7. Ibidem, 707.

8. Idem.

9. Ibidem, 708.

10. Idem.