LAICI IMPEGNATI

E ASSOCIAZIONE RIPARATRICE

LOS PRIMEROS LAICOS

CON QUIENES EL P. DEHON TRABAJÓ

Egidio Driedonkx, scj

Cuando el p. Dehon comenzó su labor pastoral en la parroquia principal de san Quintín en noviembre de 1871 tuvo la suerte de encontrar un buen grupo de laicos que pertenecían a la Conferencia de San Vicente. A veces pensamos, ¿por qué Mons. Dours envió al p. Dehon a San Quintín y no lo empeñó en la sede de su diócesis? Creo que fue una bendición para el p. Dehon haberlo enviado a San Quintín, pues Soissons pastoralmente no funcionaba. Estaba medio muerta. Lo sabemos por la correspondencia del Abbé Demiselle con el p. Dehon. Este sacerdote fue párroco decano de La Capelle desde 1855 al 1863, y después canónigo de la catedral de Soissons. Se había hecho muy amigo de la familia Dehon. Este sacerdote, que ya el 6 de noviembre de 1871, entonces poco antes de su llegada a la parroquia de San Quintín, le dio el consejo de acercarse con todos los medios posibles especialmente a los hombres, y le dijo también que tendría “muy buenos instrumentos de apostolado en los miembros de la Conferencia de San Vicente en dicha parroquia. (N.B. - Fue el Arcipreste Tavernier que en 1845 había fundado en San Quintín la primera Conferencia de S. Vicente en la diócesis de Soissons).

Cómo aparecen en el cuaderno de sus “Memorias”

¿Pero quiénes eran los laicos con quienes el p. Dehon se encontró en concreto en la parroquia principal de San Quintín?

El p. Dehon mismo los nombra en su Diario “Notas sobre la historia de mi vida” (NHV IX, 80-82). Dice:

“Entre ellos se encontraban el Sr. Julien, administrador de una pensión y el Sr. Guillaume, conservador de hipotecas, que serían durante largo tiempo mis fieles ayudantes para todas las clases de obras que se harían.

El Sr. Julien era un hombre sanguíneo, vivo o impetuoso, con el temperamento de San Pedro. Tiempos atrás había sido vigilante en París, y había aceptado las ideas de la época. Convertido por el Abbé Tavernier (Arcipreste de la basílica de San Quintín: 1844-1865), no se retractó más. Soportó el respeto humano y era, en todas partes y siempre, abiertamente clerical. Era del género de los primeros conferencistas de San Vicente de Paúl y fue durante toda su diva el ardiente servidor de los pobres.

El Sr. Guillaume era de Auxerre. Hombre modesto, suave y simple. Fue educado con delicadeza. Siempre se daba a las obras, haciendo el bien con inteligencia y en el silencio.

El Sr. Black, en aquel tiempo fabricante de cemento, también era un tipo fuerte y original. De origen modesto, era un católico de una sola pieza. Se reía de “lo que dirán”. Dejó grabada su lema en la puerta de la casa: “Mi Dios, mi Rey, mi Ley”. Mantiene una numerosa familia y da varios de sus hijos al Buen Dios.

El Sr. Vilfort, obrero que trabajaba en cerraduras, ex alumno de la escuela de Chalons, era Hermano Rector de la Orden Tercera. También de un temperamento sanguíneo, empeñoso, ardiente, pero poco equilibrado. Se preocupaba demasiado por las obras, olvidando su propio trabajo y a su familia.

El Sr. Jules Lehoolt, industrial de una de las antiguas familias de San Quintín, también convertido por el Abbé Tavernier. Había conservado algo del tono arrogante de los grandes patrones, pero tenía una fe viva y frecuentaba los sacramentos.

El Sr. Basquín, fabricante de bordados, en cuanto su fortuna era un “parvenu”. Tenía buena voluntad y habría llegado a ser el líder del partido católico, si no hubiera muerto improvisamente.

El Sr. Carlos Lecoto era el amigo de Abbé Mathieu y le mantenía todas sus obras. Por mucho tiempo fue también para mi un amigo. No supo ser un jefe de movimiento. Su temperamento y su salud contribuyeron a hacerlo casero.

También había hombres de una situación más modesta pero héroes en dedicación a nuestras obras: el Sr. Alfredo Santerre, almacenero, el Sr. Filachet, contador, el Sr. André, empleado del Banco de Francia.

El Sr. Alfredo Santerre era el “gancho” de nuestro patronato. Este hombre tenía toda la fidelidad, todo el celo de un perro ovejero. Los millones de pasos que ha hecho para los pequeños y los pobres están escritos en el cielo”.

Conversaba con estos hombres valiosos sobre lo que había que hacer en San Quintín. Reflexionaba sobre la situación espiritual de la parroquia que publicaba el Arcipreste al fin del año. El 20 de noviembre escribía en mi cuaderno de notas: “Faltan en San Quintín como medios de acción, un colegio católico, un patronato y un diario católico”.

Estas conversaciones con los laicos y el arcipreste iban a marcar el futuro del apostolado del p. Dehon.

La colaboración del Sr. Julien

Queremos ahora tratar de saber un poco más sobre estos primeros colaboradores del p. Dehon.

Sabemos por una carta del Sr. Quintín Baudouin bisnieto del Sr. Julien, al Archivo Dehoniano en Roma, con fecha del uno de septiembre de 1952, que el Sr. Julien antes de la guerra de 1870 había organizado un pequeño internado católico cuyos alumnos seguían los cursos del Liceo Imperial en la ciudad (AD B 22/3b).

De esto a lo mejor podemos concluir que fue el Sr. Julien quien informó al p. Dehon sobre la necesidad de un colegio o liceo católico en San Quintín.

Escribe el mismo p. Dehon en su Diario ya citado, que el Sr. Julien era presidente de la Conferencia de San Vicente de la basílica y cuando él comenzó en 1872 su Patronato, el Sr. Julien le dio permiso para que los niños jugaran en el patio de su pensión los domingos, cuando los pensionistas habían salido a pasear (NHV IX, 128-129).

Junto con el Sr. Guillaume inscribía también a los niños del Patronato los días domingos (NHV IX, 134).

En 1873 les hizo dos conferencias, una sobre las peregrinaciones al santuario de Paray le Monial, y otra sobre las peregrinaciones a Lourdes (NHV X, 12).

Cuando en febrero de 1874 el p. Dehon fundó un Comité Protector para el Patronato, que tenía como fin buscar bienhechores, formaba parte de él. Como a cada miembro del Comité le correspondía un sector de la ciudad, le tocaban los sectores de San Martin y de Isle (NHV X, 138 y XI, 153).

Como confidente del p. Dehon de todos sus proyectos sociales y otros, éste le habló de la posibilidad de fundar un diario católico y monárquico. Comenzó a ser publicado en noviembre de 1874 (NHV X, 187).

En agosto de este mismo año fue creada también en la diócesis de Soissons la Oficina Diocesana de Obras. Dice el p. Dehon que todo el trabajo de esta secretaría caía prácticamente sobre él mismo y los señores Julien y Guillaume (NHV XI, 152).

En 1876 comenzó con el Sr. Jourdain, un patrón cristiano, a organizar una sociedad por medio de acciones para la construcción de casas obreras en las poblaciones de San Martín e Isle (NHV XII, 5-6).

Después, cuando el p. Dehon fundó su Congregación y comenzó a encargar al p. Rasset con el Patronato, seguía en contacto con todo a través de un consejo que se reunía semanalmente y en el que participaba también el Sr. Julien (NHV XII, 146).

El Arcipreste Mons. Mathieu había pedido en 1885 al p. Dehon hacer las predicaciones de cuaresma en la basílica los días de la semana, mientras él mismo las haría los domingos. El Sr. Julien, a nombre de varios laicos, pidió permiso al Obispo para publicar los sermones del p. Dehon. Los mismos laicos se encargarían de los gastos. Pero este proyecto no prosperó, pues, como Mons. Mathieu había hecho las predicas los días domingos, habría que publicar también estas (NHV XV, 13-15).

Tenemos también en nuestros archivos una carta que el p. Dehon envió al Sr. Julien el 28 de agosto de 1873. Estaba participando al Congreso de las Asociaciones Obreras. Le cuenta muy entusiasta todos los detalles del Congreso y le dice que desde el Concilio Vaticano no ha asistido a otro congreso tan noble y santo como éste. Tuvo su primer contacto con León Harmel. Piensa visitar Val-des-Bois y lo invita a acompañarlo (B 22/3b).

Sabemos además por otras fuentes, que el Sr. Julien participó activamente al Congreso diocesano de Liesse en 1875, al Congreso de San Quintín en 1876 y al de Soissons en 1878.

A petición del párroco de Etaves, fundó en 1878 una Conferencia de San Vicente en su parroquia (cf. “Compte rendu de l’Assemblée Générale des oeuvres tenue à San Quintin du 23 au 25 octobre 1876”, pp. 52-57 ; “Compte rendu de l’Assemblée Provinciale à Soissons du 17 au 19 sept. 1878”, p. 158).

Cuando en diciembre de 1898 el Sr. Julien fallece, el p. Dehon escribe al Sr. Mauricio Baudouin, su nieto: “Hago mío su dolor que es también el de toda la ciudad de San Quintín. El Sr. Julien era un gran cristiano. Fue promotor de todas las obras buenas de San Quintín durante medio siglo. Recoja sus recuerdos y escriba su biografía. Espero que usted vaya a vivir a San Quintín y que también sea un apóstol. Tendrá allí una misión importante que realizar” (AD B 22/3).

El Sr. Julien, más que un gran colaborador, fue para el p. Dehon “un excelente amigo”, así como él mismo comenzó la carta que escribió el 28 de agosto de 1873.

La “Semana Religiosa”, el boletín semanal y oficial de la diócesis de Soissons, del 17 de diciembre de 1898, dedicó dos páginas en su memoria. Dice: “Entró en 1847 en las Conferencias de San Vicente de San Quintín, fundada por el Arcipreste Tavernier, y siempre ha sido el alma de esta institución, que gracias a su labor cuenta ahora con cinco secciones en la ciudad. Había sido durante varios años presidente de la Conferencia principal y entró en el consejo central, que fue fundado por su iniciativa, para dirigir estas diversas secciones.

Fue quien más se preocupaba del establecimiento de las Pequeñas Hermanas de los Pobres. Fue también uno de los fundadores de la Sociedad de Socorros Mutuos “San Francisco Javier”.

Nadie más que él se dedicaba a la erección de parroquias en las poblaciones pobres. Los venerables arciprestes que las fundaron, no encontraron un colaborador más activo y más fiel que él.

Las Obras de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, del Patronato, del Círculo Obrero, de San Francisco Regis (para arreglar los matrimonios ilegítimos) experimentaban también abundantemente su celo infatigable.

El diario el “Conservador del Aisne”, en el que veía sobre todo una obra de propaganda católica, le debe en gran parte su existencia. También la iglesia de San Martín lo cuenta entre sus más significativos bienhechores.

Se puede decir de él que verdaderamente pasó haciendo el bien”.

Cuando falleció, el p. Dehon se encontraba en Roma, es por eso a lo mejor que no encontramos nada sobre la muerte del Sr. Julien en su Diario “Notes Quotidiennes”.

Figuras menores

Otro colaborador del p. Dehon fue el Sr. Guillaume. Hemos visto que los domingos inscribía a los niños del Patronato junto con el Sr. Julien, y que también formaba parte de la secretaría de la Oficina de Obras, ayudando a preparar los Congresos de Liesse y de San Quintín.

Fue también tesorero del Comité Protector del Patronato y como miembro del Comité le correspondía buscar bienhechores en el sector de la plaza principal de la ciudad. Formaba también parte del consejo del Patronato en 1878.

Todos estos datos los da el p. Dehon en su Diario “Notas sobre la historia de mi vida”.

Encontramos también su nombre entre los participantes de los Congresos diocesanos de Liesse, de San Quintín y de Soissons de que ya hemos hablado.

Sigue en la lista del p. Dehon de sus colaboradores el Sr. Black. Fue miembro del Comité Protector del Patronato. Dos de sus hijos entraron en nuestra Congregación: Octavio en 1885 y Emilio en 1887. Octavio fue uno de los primeros que asistieron a las conferencias que el p. Dehon comenzó a dar a un grupo de jóvenes del Liceo y otros en diciembre de 1875. En 1876 Octavio fue el secretario del grupo.

Emilio falleció en 1888, pocos meses después de su primera profesión. El p. Dehon lo tenía por un pequeño santo al estilo de Luis de Gonzaga. En su memoria se editó un pequeño libro o “Notice” de 192 páginas, que conservamos en nuestros archivos.

El Sr. Vilfort pertenecía al grupo de patrones cristianos que el p. Dehon fundó en 1876. Mejoró la situación de los obreros en su industria. Fue también uno de los primeros “agregados” a nuestro Instituto. Tomó el nombre de Simón de Cirene (XIV, 62).

El Sr. Julio Lehoult, industrial, pertenecía al Comité Protector del Patronato. Asistió en 1876 al Congreso diocesano en San Quintín.

Dos laicos de gran relieve: Basquin e Santerre

Cuando el p. Dehon fundó en enero de 1874 el Comité Protector del Patronato, el Sr. Hector Basquin fue elegido presidente. Poco después, en abril de este mismo año, acompañó, junto con el Sr. Lecot, al p. Dehon a la Asamblea General de los Círculos Obreros.

Asistió en1875 al Congreso diocesano de Liesse e invitó a los otros miembros del Comité a hacer lo mismo. Pertenecía también al grupo de los patrones cristianos e mejoró la situación de sus obreros. Ayudó al p. Dehon en la preparación del Congreso diocesano de San Quintín de 1876. Para interesar a los otros industriales redactó con él una circular. Durante el Congreso tomó la palabra en la comisión de los Círculos en la cual estaba, presidida por el Abbé Doresmieulx. El Sr. Harmel, que también estaba presente en el Congreso, había hecho la pregunta si no sería bueno formar en San Quintín un Circulo de profesionales. El Sr. Basquin le dijo que no había llegado todavía el momento para esto, pues el Círculo Obrero de San Quintín estaba funcionando tan solo desde hacía tres años (Compte rendu de l’Assemblée Génerale des Oeuvres tenues à St-Quentin, p. 97).

El 15 de diciembre de 1876, cuando el p. Dehon habló en la reunión de los miembros del Comité Protector del Patronato sobre la situación social en Francia, alabó al Sr. Basquin, ahora enfermo, como una de las pocas personas que se interesaban realmente por el obrero.

Cuando en 1877 Mons. Thibaudier, Mons. Mathieu y el p. Dehon tuvieron una audiencia con el Papa, le ofrecieron una preciosa alba, hecha en la Casa Basquin. El Sr. Basquin (en este momento) había fallecido improvisamente hacía dos meses.

El diario el “Conservador del Aisne” dedicó algunas renglones a su memoria que fueron publicadas en la “Semana Religiosa” del 23 de diciembre de 1876: “La preocupaba la organización de la fábrica cristiana según las indicaciones de la Obra de los Círculos Obreros. Ya había confiada a las Hermanas de la Caridad la escuela de las aprendices de sus talleres que tenía en el sector San Juan. Había participado a los Congresos de las Obras de Liesse, de París y de San Quintín. Cuando en 1875 viajó a Roma, llevó al Papa un memorandum del Congreso de Liesse. Recibió después la condecoración de Caballero de la Orden de San Gregorio Magno, solicitada por el Obispo de Soissons y dos otros prelados que conocían y apreciaban sus obras”.

La Semana Religiosa de Soissons escribió el 10 de abril de 1875 sobre este viaje del Señor Basquin a Roma: “Durante la Semana Santa, entre los fieles que se presentaban a las audiencias del Santo Padre se encontraba un muy honorable fabricante de encajes de San Quintín, el Sr. Hector Basquin. Ofreció al Santo Padre una sobrepelliz que, según entendidos, es una obra de arte y de mucha paciencia. Le presentó un memorandum de amor y de veneración firmado por los 300 miembros del Congreso de Liesse y por 400 jóvenes del Patronato San José, establecido y dirigido en San Quintín por el Abbé Dehon”.

De ningún colaborador del p. Dehon sabemos tanto como del Sr. Alfredo Santerre. Es que el p. Rasset, que lo había conocido muy de cerca en el Patronato, escribió su biografía.

El p. Dehon dice que los domingos el Sr. Santerre se ocupaba de los juegos de los niños en el Patronato. En 1878 fue miembro del pequeño consejo. Fue un apóstol para toda la población obrera y edificaba al p. Dehon por su gran fidelidad y su celo infatigable.

La biografía que el p. Rasset escribió sobre él en 1902, se titula: “Un juste Saint-Quentinois. Alfred Santerre (1832-1901). Un estudio social y local” (214 páginas).

Alfredo Santerre fue soltero, y después de la muerte de sus padres, junto con sus hermanos, decidió continuar con el almacén que ellos habían tenido. Las ganancias serían para beneficio de los pobres. Dice el p. Rasset: “A veces se aplaude la caridad de personas que se han enriquecido con especulaciones. Aquí no encontramos nada de esto. Se trata de hacer el bien a través del duro trabajo de todos los días, dejando todas las especulaciones”.

Cuando el p. Rasset publicó en1902 la biografía del Sr. Alfredo Santerre anotó el p. Dehon en su diario “Notes Quotidiennes”: “El p. Rasset ha publicado en estos días la vida de este santo hombre, Alfredo Santerre, que durante muchos años fue mi brazo derecho en el Patronato. Su ayuda humilde y sacrificada era muy preciosa para mí. Después de mí, ha mantenido durante muchos años en el Patronato lo que se había adquirido y las tradiciones” (NQ XVIII 1902, 21).

Y en la misma página, hablando de San Quintín, dice: “Como primera característica podemos decir que el Sr. Santerre era un hombre desinteresado.

También era muy generoso. Tenía un cariño especial para los pobres mal vestidos y sucios que daban asco a los demás. Los visitaba con frecuencia, dejando un paquete de alimentos y ropa en sus casas. Los trataba como personas. Cuando llegaban en el invierno al negocio, aunque la familia misma no usaba calefacción, encendía la estufa para que se pudieran calentar.

Otra de sus preferencias eran los ancianos. Visitaba frecuentemente el Hogar que estaba a cargo de las ‘Pequeñas Hermanas de los pobres’.

Sin embargo para poder practicar la caridad, tenía que trabajar duramente. El barrio estaba aumentando durante los últimos años y la competencia había crecido.

Hacía el bien a todos, a ricos y pobres, a cristianos y masones, anglicanos y calvinistas. Políticamente era conservador, realista, pero no pertenecía a ningún partido, era conocido y apreciado en todos los partidos. No fue un reformador social, pero aceptó el cristianismo en su totalidad, obedecía a la ley de su corazón y de su fe.

Como miembro de la Conferencia de San Vicente, además de visitar a los pobres, ayudó también en la obra de los pequeños limpiadores de chimeneas para enseñarles el catecismo de preparación a la Primera Comunión. Visitaba a sus patrones, que ocupaban a estos niños, de pequeña estatura, para pedirles los respectivos permisos. Así, se preocupaba también de los niños vagabundos, que eran como unos 200 en San Quintín.

Dice el p. Rasset: “Varias veces se ha tratado en San Quintín de organizar un secretariado y una oficina cristiana de trabajo. Alfredo Santerre solo era todo esto. Él buscaba las informaciones, consultaba los jueces, los médicos, los notarios, los abogados para los que no podían hacerlo. Multiplicaba los trámites para encontrar trabajo para los que no lo tenían. Él, en persona, era una oficina o agencia de trabajo. Así con el tiempo los patrones que necesitaban gente, venían a consultarle en confianza”.

Intensa también su actividad en el Patronato “San José”.

El Sr. Santerre fue uno de los primeros que se ofrecieron al p. Dehon para ayudar en esta Obra. Durante veinticinco años trabajó en esta obra de caridad. Al principio había varios laicos que cooperaban y se recibió ayuda incluso de las autoridades; pero cuando con el curso de los tiempos la situación política se hizo más anticlerical, gran parte de la dirección de la Obra termina por pesar sobre el Sr. Santerre. Él, según el p. Rasset, aprovecha esta situación para realizar al Patronato sus propias ideas; de tal manera, que durante los últimos quince años se daba una atención especial a los niños callejeros, a los niños de la clase más miserable.

Cuando los domingos llegaban los niños, conversaba con cada uno sobre su familia, preguntando de qué vivían, si tenían ancianos en su casa, enfermos, inválidos, si él y sus hermanos iban a la escuela, si habían asistido a la Misa dominical. Muchos de estos datos pasaban después a la Conferencia de San Vicente.

Mientras hablaba, tenía que vigilar lo que pasaba en el patio. Andaba a los grandes columpios, a los aparatos para la gimnasia, a la barra vertical para prestar su ayuda a los vigilantes y a los jefes de sector. También prestaba su ayuda al Círculo Obrero.

Su espiritualidad era netamente franciscana. Era un miembro fervoroso de la Orden Tercera de San Francisco. Pero su espiritualidad se acercaba también a la espiritualidad victimal de La Salette, que era propia de estos años. Dice el p. Rasset: “Se esforzaba en sus oraciones a conjurar los males que temía por la sociedad culpable; fue en la Iglesia un alma reparadora”.

Murió el uno de octubre de 1901, regresando de una peregrinación del Santuario de Nuestra Señora de Bon Secours, llevando en sus hombros a un joven inválido de 15 años. Tenía 68 años. Murió como siempre había querido: haciendo un acto de caridad (cf. También “Studia Dehoniana” 35: Estudios, pp. 169-199).

“Parece que todo se viene abajo en San Quintín. Hasta los hombres dedicados a las obras, no se preocupan más de las rehabilitaciones de los matrimonios después de la muerte del Sr. Santerre”.

Fue otra obra en la que se destacaba. El mismo buscaba los certificados necesarios o pedía el consentimiento de los padres, cuando se oponían al matrimonio. Sus numerosos contactos y relaciones con la gente le favorecían para hacer este servicio a las familias obreras.

Otros nombres

Nos falta todavía hablar de los Señores Lecot, Filachet y André.

Por la correspondencia del p. Dehon sabemos que el Sr. Lecot lo ayudaba mucho desde que llegó a la parroquia. Se hicieron muy amigos. A veces el Sr. Lecot, junto con Mons. Mathieu, visitaban a sus padres en La Capelle y ellos, cuando visitaban a su hijo, pasaban a saludar a la familia Lecot.

El Sr. Lecot pertenecía también al Comité Protector del Patronato. Junto con su señora pertenecía a la Asociación Reparadora de nuestro Instituto, tomando el nombre de José de Arimatea.

El Viernes Santo de 1880 donó al p. Dehon un jardín, que acaba de comprar y que lindaba con nuestro noviciado.

En mayo de 1886 revocó su donación y el p. Dehon se vio obligado a darle una propiedad que valía alrededor de 72.000 francos, lo que causó la indignación de su hermano Enrique.

El Sr. Filachet se ocupaba de los juegos de los niños del Patronato junto con el Sr. Santerre. El p. Dehon se sentía muy edificado por su entrega.

El Sr. André, subdirector del Banco de Francia, llegaba los domingos al Patronato después de los oficios en la Basílica. Administraba la caja de ahorros del Patronato y del Círculo. Cuando había un sermón especial en la Basílica, llevaba a veces consigo a un grupo de niños, costándole controlarlos.

Después prestaba también sus servicios en le pequeño orfelinato que el p. Dehon había comenzado en el Patronato (“Studia Dehoniana”, n. 35, pág. 184; NHV XII, 148).

Conclusión

Hemos visto quiénes fueron los primeros laicos que el p. Dehon encontró en la parroquia de San Quintín y cómo colaboraron con él. Con el correr del tiempo el p. Dehon comenzó a conocer a otras personas, por ejemplo al Sr. Pluzanski, la familia Arrachart, etc., que también colaboraban con él.

No quiero tratar esto aquí sino más bien ver lo que nos enseña lo que hemos visto hasta ahora.

Observamos cómo el p. Dehon aprecia, estima, escucha, toma en cuenta a los laicos. No los trata de una manera arrogante. Varios de ellos van a ser sus verdaderos amigos. Su entusiasmo y entrega lo estimula en su propio apostolado, que además ellos mismos estaban deseando hace mucho tiempo. Muchas obras sociales en Francia nacieron en aquel tiempo gracias a las Conferencias de San Vicente, como por ejemplo los Patronatos, los Socorros Mutuos, etc.

Es interesante ver cómo el p. Dehon en los Congresos de Liesse, San Quintín y Soissons está acompañado de algunos de sus laicos que, además participan activamente en estos encuentros.

Llama la atención que solo dos de ellos pertenecen a la Asociación Reparadora fundada por él. No era su característica imponer algo. Respetaba la espiritualidad de cada uno.

Considera el apostolado algo propio del laico, pero la primera obligación del laico es su propia familia. No puede descuidarla.

La Conferencia de San Vicente de San Quintín era a su vez un grupo de hombres abiertos a todas las obras de caridad. Encontraron en el p. Dehon al hombre justo para activar todas sus fuerzas y entusiasmo apostólico.