STORIA E MEMORIA

EL COMPROMISO POR EL REINO EN LEÓN DEHON

Valentin Pérez Flores, scj
Punto de partida

Para comenzar esta pequeña disertación sobre el compromiso concreto de León Dehon por la construcción del Reino de Dios, es necesario que nos detengamos unos instantes en reflexionar sobre el concepto de Reino de Dios. Antes que una exigencia, el Reino de Dios que Jesús anuncia es un don, una gracia. Tanto con sus palabras como con sus obras, Jesús proclama una nueva cercanía de Dios a los hombres ; y lo hace a la luz de su experiencia íntima : a partir de su singular relación con el Padre. Es ahí, en esa intimidad filial, donde Jesús vive en plenitud la venida del Reino. En Jesús, Dios se ha acercado a la humanidad de una manera absoluta ; Dios se la ha comunicado de un modo tan radical que puede llamarle con toda verdad Abba, Padre, lo cual constituye una experiencia realmente nueva y decisiva.1

León Dehon ha vivido en primera persona esta experiencia transformadora de sentirse amado, acompañado y conducido por el amor de Dios; por esta razón, recordando uno de los momentos más significativos de su vida, el de su ordenación sacerdotal, escribirá en sus Memorias: “Me levanté sacerdote, poseído por Jesús, todo repleto de Él, de su amor al Padre, de su celo por las almas, de su espíritu de oración y de sacrificio”.2 Más adelante añadirá que está dispuesto a ser “un instrumento dócil en las manos de Nuestro Señor”.3 No cabe ninguna duda de que con estas palabras León Dehon se declara disponible para comunicar al mundo su programa de construcción del Reino basado en el amor, en la confianza filial y en el abandono en la voluntad divina. De esta forma, se entiende el que con motivo de un retiro realizado en 1893 pueda tomar la siguiente resolución como proyecto para su vida: “Me entrego enteramente a Nuestro Señor, para servirle en todo y hacer en todo momento su voluntad. Con la ayuda de su gracia estoy dispuesto a hacer y a sufrir todo lo que Él quiera”.4 Sabemos que esta resolución no va a quedarse en un pío propósito, fruto de unos días de fervor de retiro espiritual. Al contrario, conocemos su capacidad de entrega y de disponibilidad puestas al servicio de la causa de Dios y de su Reino. Su vida estará siempre marcada por una intensa y constante búsqueda del amor de Dios porque, como él mismo afirma: “sólo Dios puede y debe llenar nuestro corazón... ya que nuestro fin debe ser siempre su gloria, nuestra luz su Espíritu que nos habla en la paz del alma..., y nuestra meditación sus perfecciones y su ley”.5

Si tuviéramos que sintetizar en pocas palabras el mensaje de la Buena Noticia diríamos que toda ella se condensa en estas palabras: “El Reino de Dios está cerca” (Mc 1,15). Pero, ¿qué signific concretamente este anuncio en boca de Jesús? En Jesús, Dios se ha acercado al hombre de una manera absolutamente nueva. En Jesús no es el hombre el que se ha acercado a Dios, sino que es Dios quien se ha comunicado graciosamente al hombre. Es una cercanía sin precedentes y que se produce, aquí y ahora, con la presencia de Jesús. De esta forma se puede afirmar que el Reino no es otra cosa que esta nueva y maravillosa presencia de Dios que se ofrece al hombre y le abre las puertas de un futuro inesperado. Es un futuro que está marcado con el sello indeleble del amor y de la misericordia. En palabras del propio León Dehon esta idea es expresada de esta manera: “Es Nuestro Señor mismo el que nos ha descrito su realeza de amor: Aprendes de mí que soy manso y humilde de corazón. Mansedumbre infinita, dulzura y humildad de corazón, estas son las características de nuestro divino rey Jesús. Su yugo es suave, su carga ligera”.6 Para León Dehon el centro mismo del Evangelio está en la soberana gratitud del amor misericordioso del Padre que se hace patente en la cercanía de Jesús manso y humilde de corazón. Como consecuencia de esto, para él, sólo el amor podrá ser la ley suprema que rija ese Reino de Dios que se apoya en los pilares de la mansedumbre, la dulzura y la humildad de corazón.

Nuestra reflexión tendrá como desarrollo el siguiente itinerario: en un primer momento, intentaremos acercarnos a la resonancias que tiene la cuestión del Reino de Dios en la espiritualidad de León Dehon; porque después será su clamor del “venga tu Reino” el que ocupará nuestra atención; para concluir con alguna consideración práctica a la que nos debe llevar a los dehonianos el compromiso por la construcción del Reino de Dios aquí y ahora.

I. León Dehon y la espiritualidad del Reino de Dios

Para entender en su justa medida lo que significa el Reino de Dios es necesario afirmar que éste no debe ser situado unilateralmente en la dimensión sobrenatural, es decir en el más allá, y ni siquiera reducirlo exclusivamente a la interioridad. El Reino de Dios es una realidad que afecta también al mundo y a la historia de la humanidad. La espiritualidad del Reino de Dios se mueve en las coordenadas y los desafíos de la tensión escatológica entre lo que existe ya y lo todavía no.

El Reino de Dios está ya fundado en la encarnación de Jesús, históricamente real. Está inserto en la historia del mundo y la penetra según la parábola del grano de mostaza y de la levadura (Lc 13,18-21). El Reino de Dios es un misterio que se realiza lentamente en el corazón de cada persona. Es una realidad que está ya escondida en cada uno de nosotros, como la semilla de mostaza hundida en la tierra o como la levadura oculta en la masa. Desde el momento de la encarnación, el Reino de Dios “remodela” al mundo y transforma la creación en una nueva, no terminada todavía. La plena realización del Reino de Dios es todavía futura. Se terminará y será ofrecida al final de los tiempos como obra de Dios. Entretanto es también Dios quien la hace crecer. Él llama a los hombres a que colaboren eficazmente en la construcción de su Reino. Cautivado por esta invitación del Señor, León Dehon, “quiere responder con una unión íntima al Corazón de Cristo, y con la instauración de su Reino en las almas y en la sociedad”.7 Y lo hace así porque la gran pasión de su vida será el Reino de Dios, que no es otra cosa que el Reino efectivo de la justicia y de la caridad para todos, que debe hacerse presente en las fábricas y en los parlamentos, en la política, en el arte y en la piedad; es decir, debe instaurarse y hacerse realidad en el corazón y en lo concreto de la historia. Tras la instauración del Reino de Dios el cristiano está llamado y es enviado a consagrar todas sus fuerzas en la realización del Reino de Dios y sus valores: “justicia, amor, misericordia”8 en nuestro mundo, no sólo en el campo de la caridad, sino también y sobre todo en las estructuras políticas y sociales.

1.Un Reino de amor

Antes de seguir adelante en nuestra reflexión es importante que sea el mismo León Dehon el que nos aclare qué entiende por Reino de Dios; para él: “El Reino del Sagrado Corazón es el mismo reino de Jesucristo, pero con un matiz de amor y de homenaje al Corazón del Salvador”.9 Por eso, podemos afirmar sin miedo a equivocamos, que para él, el Reino de Dios es igual a Reino del Sagrado Corazón; y por esto mismo, es perfectamente coherente que en la mayoría de las ocasiones en las que habla el Reino del Sagrado Corazón se pueda interpretar que se está refiriendo al concepto más actual de Reino de Dios, porque para él, “el Reino de Cristo es el amor del Sagrado Corazón”.10

No serán ni la fuerza, ni la imposición, ni el poder, ni la renuncia, ni las privaciones, todo lo contrario, será el amor la clave en la que deberán interpretarse los comportamientos que lleven a la construcción del Reino de Dios, porque come él mismo comenta: “Cristo nos ha amado, éste es el símbolo... Tú amarás, esta es la moral... Creer en el amor, es toda nuestra fe. Hacer las obras del amor, esto es el cumplimiento de los preceptos. El Corazón de Jesús es el resumen de toda religión. El Corazón de Jesús es principio de amor y objeto del amor”.11

Para León Dehon la atención al Corazón de Jesús es la auténtica clave de interpretación de todo lo que profesa en su fe, de lo que trabajan sus manos y la causa que unifica todos los aspectos de su reflexión (teología, vida espiritual, pero también política y social...), es la intuición fuerte que se irradia en los compromisos más diversos a lo largo de su vida. Toda la historia de la humanidad y del universo, toda la economía de salvación, desde la creación a la gloria, sobre todo de la creación a la redención del hombre, adquieren para él sentido pleno en la contemplación del Corazón de Jesús. Porque en el Corazón están recogidos y simbolizados los grandes “gestos” de amor del Padre, que tanto amó al hombre que le ha enviado a su Hijo como Salvador (cf. Jn 3,16).

León Dehon ve en el amor de Jesús la razón que “justifica” y que da sentido a su propia entrega: “Él me amó hasta darse, entregarse, traicionarse. Todo es por mí... Señor, tú quieres que me inspire en los sentimientos de tu Corazón, que vida de su vida, que me inflame de su celo para extender por todas partes su conocimiento y su amor... Tú me confías la misión de propagar el amor del Sagrado Corazón”.12 Son palabras elocuentes que hablan por sí mismas y que dejan bien sentado cuales es la espiritualidad que anima el compromiso de León Dehon por la construcción del Reino de Dios. Reino que antes de ser una tarea a desarrollar hacia fuera es un “esfuerzo” interior que se tiene que “ventilar” en una relación personal con el Dios-amor. Será, por lo tanto, el Corazón de Cristo el espejo en el que se mirará León Dehon para asumir la difícil y comprometedora tarea de propagar la entrega en amor del Verbo encarnado que se pone de manifiesto en su Ecce venio (Hb 10,7). Por esta razón, podemos afirmar que la espiritualidad del Reino de Dios en León Dehon será la que ilumine toda su actividad: tanto la espiritual como su preocupación social y política: y será así, porque está convencido del deber que tiene de testimoniar el amor de Cristo al Padre y a los hombre.13

La experiencia de fe de León Dehon recuerda las palabras de Pablo a los Gálates 2,20: “Y no vivo yo, sino que es Jesús quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí”; dejemos que él mismo nos refiera su experiencia al respecto: “El Salvador me amó y se entregó por mí. Él me ha amado primero y mucho; sin ello, ¿cómo hubiera llegado al extremo de entregarse por mi y aceptar todos los sufrimientos? Él me ha amado; yo era su viña, que cultivaba con amor, que rodeaba de continuos cuidados. Él me amó... y porque me amó quiso dar su vida para salvarme”.14 Desde esta perspectiva toda la vida de León Dehon: vida apostólica, combates, esperanzas, fracasos, incomprensiones, etc., tienen su origen en esta convicción de que Jesús le amó a él en primera persona.

2. Un Reino obstaculizado por el pecado

En este apartado de la espiritualidad del Reino de Dios en León Dehon no podemos pasar por alto la importancia que él le otorga a la cuestión del pecado. Considera que el pecado es la causa y la peor expresión de todos los males, pues envilece y aparta al hombre de su meta: vivir en el amor de Dios. Será por lo tanto el pecado el que lleve al hombre a vivir de espaldas y al margen de la Verdad, porque, como él mismo piensa, “los corazones llenos del espíritu del mundo no tiene nada en común con el reino de la Verdad. Pues no comprenden ni participan de esta Verdad... Porque para entenderla es necesario la humildad, el alejamiento de las codicias humanas, la victoria sobre las pasiones, el sometimiento a Dios y a su voluntad”.15 León Dehon denuncia en todas sus formas, tanto el rechazo grave de Dios como la tibieza de las almas consagradas. Analiza la vida de la Iglesia y de la sociedad y ve la causa de todos los males en una falta de amor, en una incomprensible y desastrosa ingratitud hacia el amor de Dios no correspondido.

Todo en la vida y en la espiritualidad de León Dehon está orientado al amor y a la eliminación de los obstáculos al amor, como se expresa en nuestras Constituciones: “el p. Dehon es muy sensible al pecado... conoce los males de la sociedad... ve la causa más profunda de esta miseria humana en el rechazo del amor de Cristo... Espera que sus religiosos sean profetas del amor y servidores de la reconciliación de los hombres y del mundo en Cristo”.16

La vida de amor humano en unión con Cristo debe contar con la realidad del pecado. El pecado es todo lo contrario del amor. Para León Dehon el pecado hiere la bondad de Dios; ya que, “es un ultraje hecho a Dios que no merece más que adoración y amor... es la preferencia dada a Satanás, a las pasiones... es una odiosa ingratitud”.17

3. Un Reino construido sobre los cimientos de la reparación

En una espiritualidad reparadora como la de León Dehon el pecado, la ruptura y el alejamiento de Dios no tienen la última palabra. Todo lo contrario, el único antídoto posible contra este veneno de la discordia y de la separación es el amor y la reconciliación.18 Para la construcción del Reino, León Dehon es consciente de que el único modelo posible es el Evangelio, cuyas páginas resuman acogida, cercanía, comprensión y misericordia con el que sufre la opresión del yugo del pecado: “el mismo Jesús nos explica cual es su disposición de respeto con los pecadores en las parábolas de la oveja extraviada, del dracma perdido y del hijo pródigo. Le vemos actuar con los pecadores... Su misericordia acoge al pecador”.19 La respuesta cristiana al pecado es el amor a los pecadores... Pero se entiende que no es un amor cómplice, o una tolerancia permisiva. La acogida y el perdón de los pecadores deben formar parte de la espiritualidad del Reino de Dios cimentada en las estructuras de la reparación; con el lenguaje propio de la época, León Dehon dirá que “el Sagrado Corazón de Jesús es el único y verdadero reparador y la única verdadera fuente del amor”.20

Para construir el Reino, según León Dehon, se hace necesaria una actitud de fondo que empape todo el ser y todo el hacer. Esta actitud es la de la disponibilidad; por esto, la pregunta que debe aflorar en el corazón del que quiera ser constructor del Reino será: “Señor, ¿qué quieres qua haga?”.21 El ser y el estar disponibles será el verdadero modo de ser reparadores y deberá ser la actitud oblativa que impregne todo lo demás: empeño apostólico y empeño en el mundo, trabajo y estudio, esfuerzo de la fe y esfuerzo del amor, culto y oración.

La reparación, por lo tanto, puede considerarse como el talante de vida ideal para afrontar la construcción del Reino de Dios, ya que ésta no es otra cosa que el convencimiento de que los valores del Reino pueden y deben transformar el mundo y hacerlo más fraternal y más en armonía con el proyecto de felicidad de Dios.

4. Un Reino con implicaciones

Teniendo presente lo dicho hasta aquí es importante que reflexionemos sobre las implicaciones que tiene la realidad del Reino de Dios según la espiritualidad de León Dehon, que, como no podía ser de otra forma, está basada en el más puro Evangelio. Para entrar en la órbita del Reino de Dios es necesario que se cumplan una serie de condiciones:

a. En primer lugar, se debe rechazar toda impaciencia y todo desánimo ante la aparente insignificancia de los primeros resultados. Podemos tomar como modelo de referencia la parábola del grano de mostaza (Mc 4,30-32); es importante esperar y dar tiempo a que germine la semilla y dé su fruto. Por lo que, en palabras de León Dehon, se hace necesaria la confianza filial que mantenga firme la confianza aún en las mayores pruebas y dificultades.22

b. En un segundo momento, es importante acentuar que el crecimiento del Reino no depende del ajetreo que nosotros podamos tener,23 sino de la fuerza escondida que habita la Palabra. Podemos fijarnos en la parábola de la semilla que crece por sí sola (Mc 4,26-29); lo importante es, por lo tanto, sembrar y saber esperar. Según León Dehon, para construir el Reino es necesario actuar en espíritu de fe y por amor a Nuestro Señor.24

c. Después, es de vital importancia saber aceptar la imperfecciones del presente e incluso la presencia abundante de la cizaña en medio del trigo (Mt 13,24-30); el Reino no es una sociedad perfecta que se establece de forma inminente y de manera definitiva, son necesarias por lo tanto la paciencia y la misericordia.25

d. Por último, es bueno señalar que a pesar de todos los obstáculos, el Reino de Dios no sólo se desarrollará él, sino que hará que el mundo crezca con él: parábola de la levadura (Mt 13,33). El crecimiento del Reino es solidario26 del crecimiento del mundo, no se desarrolla al margen de la historia de los hombres, sino dentro y en relación con todo cuanto los hombres hacen y buscan.

Para terminar este apartado es importante que subrayemos que la herencia espiritual de León Dehon sobre el Reino de Dios no nos lleva a recordar de forma estéril acontecimiento, situaciones, escritos... del pasado, sino todo lo contrario, nos obliga a confrontarnos con el aquí y ahora para encarnar en el hoy, como él hizo en su tiempo, su experiencia de fe. Y su experiencia fundamental fue el estar convencido de que Dios es amor. Y de este Amor deben surgir todas las fuentes de las que manan las aguas que transforman el mundo. Dejemos que sean sus propios deseos espirituales los que cierren este apartado: “Establezcamos en nosotros el Reino perfecto de nuestro Señor. Que él sea el principio y el fin de nuestra acciones. Que todas (las acciones) lo tengan como punto de partida y por base su inspiración y su voluntad, y por fin su gloria”.27 Más adelante, en su mismo Diario espiritual, escribirá: “Jesús es nuestro rey, un rey de paz. A Él le corresponde reinar sobre la naciones y sobre las almas. Su ley es el Evangelio. Su Reino es dulce, exento de fastos, sin violencia. Su misericordia es inseparable de la justicia. Él ha sufrido el primero el yugo de su propia ley. Ha colmado de gracia a sus súbditos. Cuando castiga lo hace para salvar”.28

I. Venga tu Reino

Jesús actuó y habló del Reino como nadie lo había hecho jamás: habló en parábolas, sermones, bienventuranzas y promesas; habló por medio de su propia actividad, su entrega y su muerte. De algún modo podemos definir a Jesús de Nazaret como experiencia personal del Reino: es el Reino hecho presencia de amor, expresado como un hombre concreto sobre el mundo. Por eso vino y se hizo presente en el reverso de la tierra: allí donde el exilio es más fuerte, donde las tinieblas son más intensas. Allí, en la tierra sufriente, es donde Jesús empieza a realizar su Reino: acoge a los marginados, cura a los enfermos, va creando un grupo de personas dispuestas a esperar la acción de Dios sobre la tierra; por ellos sube a Jerusalén, con el objeto de presentar su mensaje; por ellos muere sobre el Calvario, apareciendo después resucitado.29 Sólo en este contexto pueden entenderse las palabras de Jesús: venga tu reino. Jesús enseña a sus discípulos a orar desde el misterio nuevo de su Reino porque sabe que su Dios es Padre. Por eso ha traducido esa certeza en forma de plegaria: ¡Padre, venga tu reino! Estrictamente hablando, esta palabra venga tu reino debería traducirse así: ¡trae tu reino! Lo pedimos precisamente al Padre y le regamos que se manifieste en todo el mundo como aquel que da la vida, como poder de creación que nos sostiene e impulsa con su gracia. Dios es Padre y su Reino, proclamado y realizado por Jesús de Nazaret, somos nosotros. Por eso, al decir que venga el reino, le pedimos a Dios Padre que nos haga capaces de ser hijos, es decir, dueños y herederos de ese Reino.

En este apartado nos proponemos reflexionar y esbozar las características que “adoman” el compromiso de León Dehon por la construcción del Reino y que le lleva a exclamar: “¡deseo que tu Reino llegue!”.30 Y con mayor motivo cuando todas las mañanas en el acto de oblación ofrecemos al Señor nuestra disponibilidad para anunciar su misericordia y trabajar por la llegada de su Reino.31 La espiritualidad de León Dehon tiene entre su objetivos prioritarios, como hemos visto más arriba, buscar en primer lugar la construcción del Reino de Dios y su justicia (cf. Mt 6,33).32 Esta construcción pasa necesaria e ineludiblemente por el seguimiento de Jesús de Nazaret. Esto significa que el que quiera ser constructor del Reino debe ponerse sus pies en las huellas del Maestro e implica que su camino debe ser el camino del Señor. Y esto supone algo más que una investigación intelectual, exige, además, una experiencia personal, una adhesión, una respuesta y un compromiso.

1. Reino de justicia

Sabemos que León Dehon no fue un teórico, ni un hombre entregado sólo a la reflexión de laboratorio o de escritorio. Nunca lo será en su vida. Será un hombre de acción. Las tristes situaciones sociales que le rodean le obligan al estudio para encontrar las soluciones más adecuadas. No será un hombre que se meza en los sueños o que se pierda en estériles elucubraciones mentales. La inactividad y el desinterés por el Reino de Dios y el bien de los hermanos los considera un auténtico escándalo. Por esta razón, se va a entregar al apostolado con la mayor disponibilidad de la que es capaz para un mejor servicio a los hermanos, en especial a los más necesitados.

En una rápida mirada por su biografía, descubrimos inmediatamente que lo que más le caracterizó fue su forma de luchar para que el Reino dejase de ser un proyecto soñado y se convirtiese en una realidad concreta. Será capaz de unir, como pocos, una intensa vida contemplativa con una actividad apostólica amplia y diversificada. No será exagerado afirmar que, aunque parezca paradójico, León Dehon consiguió ser al mismo tiempo un místico y un activista incontrolable.33 Será un hombre que en su disponibilidad activa en la búsqueda de la voluntad de Dios, manifiesta su compromiso concreto por la construcción del Reino. Ya que en su vida: con su obras, con sus escritos, con sus predicaciones, con sus iniciativas..., lo que pretenderá será la construcción de un Reino de justicia social para todos, con derechos para todos y con deberes todavía mayores para los mejor dotados con oportunidades para ser líderes. Con todos sus desvelos e iniciativas pretendía que se tomasen como modelo de actuación las enseñanza y los principios de Jesús de Nazaret, para quien, la ley, el sábado, la oveja o el buey son siempre menos importantes que el hombre.34 Esto, en un mundo que se gobierna a golpe de talonario o por el peso de la cuenta corriente o por la fuerza de las leyes de la economía, molestaba. Y no sólo era incómodo en el pasado, hoy sigue siendo igual de molesto. Estamos convencidos de que León Dehon (que proclamaba y vivía un camino radical: el del Evangelio y el de Reino), en nuestros días, sería una presencia muy incómoda en cualquier país de este mundo, sobre todo en nuestros países occidentales asentados y regodeados en una economía de mercado donde lo único válido es la ganancia y donde se han edificado los mejores y más grandes altares a los bailes de la economía.

Leyendo sus escritos al respecto del problema social y económico parece que estemos asistiendo a un problema, que aunque con matices, sigue siendo actual. Siendo testigo de la situación y las condiciones de vida de los trabajadores, de los pobres, de las mujeres y de los niños, etc., escribe: “muchos de nuestros hermanos, a pesar de una ruda y perseverante labor, viven en la miseria. Tienen una habitación estrecha, llena de niños que languidecen, frecuentados por las angustias del hambre... ¿a quién echar la culpa de esto?35 No cabe duda que fue muy critico con estas realidades sociales y no pocas veces dijo cosas que debieron sonar muy fuerte en los oídos de sus contemporáneos, llegando a condenar muy duramente estas situaciones de injusticia social a las que llega a denominar frutos de una “sociedad podrida”. Pero no se queda en la mera denuncia o en la simple constatación de estas situaciones, al contrario, toma partido de forma incondicional a favor de los más desfavorecidos: “todas las reivindicaciones obreras tienen un fundamento justo”.36

No vio con buenos ojos ni la usura, ni la ganancia abusiva de unos pocos en detrimento de la inmensa mayoría, ni la especulación, ni la manipulación, ni la utilización del hombre. Nos llevaría muy lejos, y además no es nuestro objetivo, el detenemos sobre estos conceptos económicos, nos limitaremos a poner de manifiesto, en boca de León Dehon, lo que piensa sobre la usura: “¿qué se entiende por usura moderna? Es un conjunto de injusticias... caracterizadas por el ejercicio de una presión o de un engaño a personas débiles o demasiado confiadas”.37

Se indignaba con lo que veía en las fábricas, lo consideraba una auténtica masacre de la dignidad del hombre porque el salario de los obreros subía y bajaba según el mercado, como el precio de los esclavos.38 Esto ni era justo, ni era humano y no podía ser tolerado, y mucho menos si se hacía o se hace en nombre de modelos económicos donde lo único que se busca es la mayor rentabilidad a una inversión realizada y por esta razón, León Dehon llega a afirmar que la primera limosna debida al proletario es un salario justo. Además añade que si las injusticias de nuestra sociedad no son pecado, entonces no existe ningún pecado. Hay que ayudar a los pobres, no sólo a vivir, sino a levantarse.39

León Dehon se esforzó como pocos en aquella época por el derecho de todos a un trabajo digno, por la organización de sindicatos libres, por el salario familiar, por el descanso dominical, por el logro de condiciones más higiénicas y morales en las fábricas, por la participación de los obreros en la ganancia de las empresas. No cabe duda que estas denuncias y reclamaciones de hace más de un siglo siguen siendo muy actuales. Para él, sólo Jesús de Nazaret será capaz de otorgar al hombre, por el “Reino de su Evangelio, la auténtica libertad, la dignidad, el respeto, el desahogo y la alegría pura”.40 Pero dejemos que sea al propio León Dehon el que nos desvele su plan de acción para construir el Reino de justicia: “si queremos que Cristo reine en la sociedad, nadie nos debe ganar en amor al pueblo. Hay que ser solidarios con el pueblo que sufre una miseria inmerecida y no tiene apoyo; hay que ir a su casa, a su puestos de trabajo... y acompañarlos en su sufrimientos y en sus reivindicaciones”.41

2. Reino que tiene al decálogo y al evangelio como códigos sociales

Un apóstol como León Dehon, preocupado por la construcción del Reino de Dios, no podía sino pensar y escribir que este Reino comienza en el individuo, penetra las conciencias y actúa después en toda la sociedad42 formando un pueblo de corazón abierto y capaz de convivir en justicia y en santidad. En este sentido, para él, sólo es posibole que la justicia sea la que caracterice la convivencia humana porque “el decálogo es la carta divina de la vida social. Los diez mandamientos de Dios son disposiciones divinas en función de asegurar la felicidad del hombre”.43 Estas palabras ponen de manifiesto que a finales del siglo pasado, Léon Dehon tenía clara conciencia de que los desequilibrios sociales, provocados por el proceso industrial, por el fenómeno del urbanismo y por los sistemas económicos debían encontrar una respuesta auténtica y equilibrada en los valores evangélicos y no en las pseudo-soluciones ofrecidas por teorías o ideologías políticas y económicas que a lo único que conducen es a privilegiar a alguna de las clases sociales.

Para León Dehon el Evangelio no es sólo un libro místico sino también un libro de moral práctica, por esta razón, dice que el “idealismo de las obras sociales” se entronca en el mismo idealismo del Evangelio. Con él podemos extraer una consecuencia práctica de actuación para la construcción del Reino: dar de comer, dar de beber, vestir al desnudo..., sólo podrán llevando a cabo los idealistas, los que actúan animados por el espíritu de fe y caridad, y no los pusilánimes ni los instalados.44 Es siempre el Evangelio el que sustenta esta convicción: Evangelio que es necesario leer correctamente y que es el fermento más poderoso introducido en la masa del mundo para convertirlo, a partir del amor al Padre, en frutos de justicia, de dignidad y de paz para todos. Dejemos que sea el propio León Dehon el que nos describa la situación y veremos si sus palabras tienen algo que ver con la realidad o cualquier parecido es mera coincidencia: “esta generación pusilánime nos ha cambiado a Cristo. No era ya el Cristo de los obreros... el Cristo que ejercía su apostolado junto a los pecadores, los publícanos, los hombres de mundo. El león de Judá se ha metamorfoseado en una oveja tímida. Nuestro Señor, cuyo apostolado poderoso y fuerte inspiró a Pablo, a Javier y a todos los conquistadores de almas, se ha cambiado en un hombre temeroso y débil que no habla más que a los niños y a los enfermos”.45

En pocas líneas esbozaremos, a continuación, las repercusiones que tiene, para León Dehon, el cumplimento o el olvido del Decálogo:46 analizando las causas de los desórdenes sociales y que impiden la implantación del Reino de Dios, ve la primera y la más importante causa de estos desórdenes en el egoísmo ya que éste impide que se recuerde que tenemos un mismo Padre y por lo tanto, y como consecuencia lógica, impide que nos amemos como hermanos, con lo que cada uno busca su propio interés al margen de la necesidad del otro. Para él, el cuarto mandamiento es el mandamiento social por excelencia porque enseña el respeto, la atención y la solidaridad, necesarios para la consecución del equilibrio tanto en el núcleo social más pequeño (la familia) como para la gran sociedad nacional o internacional. El sexto debería prevenir contra la corrupción, la inmoralidad; a la vez, que el séptimo, es el código de la justicia y la caridad y al mismo tiempo, el martillo contra la usura. Por su parte, el octavo excluye los fraudes, los engaños y los “negocios” que buscan el propio beneficio.

Entre la gran cantidad de controversias ideológicas, políticas y económicas de finales de siglo, León Dehon no tiene ninguna duda del éxito de los valores evangélicos en la construcción de una sociedad más justa. Terminamos con sus mismas palabras: “Cristo ha venido a renovar la promulgación de la ley. Él ha recomendado buscar la justicia antes de nada. Ha llevado la ley a su perfección y nos ensaña la caridad, la abnegación y la humildad, y nos ofrece las gracias necesarias para practicar estas virtudes. Será bajo la guía de Cristo y de su Iglesia como la sociedad podrá volver a la práctica del Decálogo, y, por esto al restablecimiento social”.47

3. Reino que ante los desafíos actuales se construye con un talante propio

Para llegar a precisar el talante propio con el que los dehonianos debemos afrontar la construcción del Reino, según los desafíos que presenta la sociedad actual, es importante que nos detengamos, aunque sea brevemente, en “observar” cual fue la actitud de León Dehon como constructor y apóstol de ese Reino.

a) Para él el Reino de Dios no es más (ni menos) que el evangelio del amor que entra a formar parte de la historia concreta del hombre, o lo que es lo mismo es la instauración de la justicia, la prosperidad común, la fraternidad y la paz. Para servir a este Reino, no cesa de sacudir la somnolencia del clero, invita a los sacerdotes a que salgan de sus sacristías, a que con decisión y sin timidez “vayan al pueblo”,48 porque es ahí donde se juega la vida, sobre todo la de los pobres y humildes, la de los indigentes y la de los explotados. Les anima a que vayan allí donde se sufre y donde se espera, donde se le llama a asociarse para construir una sociedad más justa, más evangélica. Además insiste en que el Reino no se construye con actitudes paternalistas que se contentan solamente en hacer limosna.

Para edificar el Reino son necesarias la justicia y la caridad evangélica. Quería que los apóstoles de ese Reino estuvieran en las calles, en las fábricas, en medio del pueblo, enarbolando la bandera de la renovación y de la justicia social.

En esta misma línea, para él, las viejas obras y los viejos métodos no sirven porque no atraen a las personas. El constructor del Reino no debe dejarse arrestar por una falsa prudencia: “si un pastor ve que sus ovejas se pierden... no puede permanecer inactivo. El buen pastor no se esconde cuando viene el lobo”, por esto, “el sacerdote debe ser la sal de la tierra, la luz del mundo, el incendiario del fuego sagrado..., debe ser el hombre de la oración y del sacrificio..., del estudio y de las obras sociales..., debe ser el discípulo y el apóstol del Corazón de Jesús.49

Todo esto, como es evidente, no ha quedado anclado en el pasado, al contrario, si León Dehon fue muy criticado, en su momento, por los defensores del liberalismo económico por las ideas expuestas en su Manual Social Cristiano,50 no nos cabe ninguna duda que estas mismas ideas, y sobre todo su coherente estilo de vida, siguen siendo semillas proféticas para la construcción de un mundo nuevo basado en la justicia y en la paz; que chocan frontalmente con el estilo de vida impuesto por nuestra sociedad de consumo y por la ley de la oferta y la demanda del neoliberalismo.

b) Una vez “vistos” los acentos que León Dehon pone en la construcción del Reino en el momento histórico en el que le toca vivir, pensamos que es bueno el que nos detengamos, muy brevemente, en ver cuales son los principios del neoliberalismo económico (que son los que rigen en nuestra sociedad actual) para después, señalar cuales deben ser, a nuestro entender, las actitudes que marquen el talante del dehoniano en su misión de instaurar el Reino en el mundo y en la sociedad:

Por esto, clamar y hacer lo posible para que venga tu Reino, según nuestras Constituciones, exige que “por nuestra manera de ser y de obrar, por nuestra participación en la construcción de la ciudad terrena y la edificación del Cuerpo de Cristo, debemos dar a entender que es el Reino de Dios y su justicia lo que, ante todo y a través de todo, debe buscarse”.51

Conclusión

En las páginas precedentes hemos intentado poner de manifiesto como, León Dehon, quiere responder al amor de Dios, desconocido y olvidado, con una disponibilidad absoluta a su voluntad, con una entrega total a los hermanos más necesitados y marginados. Como hemos visto, quiere, con su opción de vida, con sus escritos e iniciativas sociales reparar, restablecer, reinstaurar el Reino de Cristo en la sociedad que es el reino de la justicia y de la caridad cristiana, por el ministerio de la reconciliación. Una reconciliación fundada en la búsqueda de la verdad, de la libertad, el respeto de los derechos humanos, la justicia social, el perdón. Soñaba que el Corazón de Cristo, abierto en la cruz, pudiera transformar desde las raíces a esa sociedad sin corazón; por eso consagrará su vida a que el Reino del Corazón de Cristo, Reino de justicia, de bondad, de solidaridad para con los pequeños y los que sufren, fuese una realidad concreta y palpable.

La mirada fija de León Dehon en el rostro del Señor no atenuó en él su compromiso por el hombre concreto, todo lo contrario, este “ensimismamiento” en lo trascendente potenció su capacidad para influir en la historia para comprometerse con el hombre y con su causa, para librarlo de todo lo que atacaba su dignidad y lo desfiguraba.

La misión de reconciliación, de justicia y de paz llevó a León Dehon a dedicarse a los más lejanos, a los que en el mundo necesitan pan y justicia, pero más que nada necesitan ser amados y considerados. Dejemos que sea el propio León Dehon el que nos “ilumine” al respecto: “Cristo tuvo piedad de los niños que son la debilidad misma. Él curó a los ciegos, a los tullidos, a los leprosos...; tuvo piedad de todo su pueblo, de esa masa que le parecía un rebaño sin pastor, de esas almas cortadas como las espigas de una inmensa cosecha...; tuvo piedad de los humildes trabajadores oprimidos por todo tipo de injusticias, él, cuyas manos estaban endurecidas por las herramientas”.52

León Dehon comprometió su vida en la construcción del Reino. Para él esta tarea supone una espera activa en un mundo nuevo lo que implica necesariamente una conversión y un rehacer interior de los corazones. Entendió que el Reino no es un sistema ideológico que se impone desde lo alto y luchó para que el Reino fueras una realización externa y concreta. Por eso, declara que “quien quiera extender el Reino del Sagrado Corazón debe consagrarle toda su vida”.53

Han transcurrido ciento veinte años desde la fundación de la Congregación. León Dehon se ha hecho historia e histórico. Para nosotros, los miembros de la Congregación, son determinantes no sólo sus palabras y sus escritos, sino todavía más su vida. León Dehon, como persona, con su carisma específico y su vida, se ha convertido en un modelo y en un programa para la construcción del Reino que es “el proyecto de Dios, y su plan es la comunicación de su vida y felicidad..., para constituir una eterna sociedad con Él, el Reino de Dios.54

Como él supo leer e interpretar los signos de los tiempos y además supo poner “remedio” a los males de la sociedad de su momento, espera que nosotros sepamos también atajar los males que acechan a nuestra sociedad con renovados métodos y con renacido entusiasmo. Deberemos ser capaces de responder a distintos interrogantes que plantea la economía actual y que interpelan nuestra opción de vida: a) el abismo entre el Norte y el Sur (movimiento migratorios,...); b) la crisis ecológica (capa de ozono, desertización, deforestación, contaminación, energías...); c) el desempleo, paro estructural, el subdesempleo; d) producción y comercio de armas...

En la capilla de nuestra comunidad de Salamanca I, en una de sus dos vidrieras, la frase VENGA TU REINO, preside y recuerda, en cada una de nuestra celebraciones comunitarias y en cada uno de nuestro encuentros en la intimidad con el Señor, nuestro compromiso y nuestra opción real y concreta por la construcción del Reino. Compromiso que es la vez personal y comunitario. Compromiso que lleva consigo el clamor y la súplica para que el Reino venga y se instaure aquí y ahora. Compromiso que es una petición para que el Reino venga, pero que no es ni pasividad ni desentendimiento ni quietismo sino que implica poner la mano en el arado y abrir el surco para poder sembrar las semillas del Reino. Compromiso quen supone reactivar la esperanza, la más radical del corazón, para que éste no sucumba a la brutalidad prolongada de los absurdos que acontecen en el ámbito personal y social. Compromiso con el desheredado y con el marginado, con el esclavo y con el excluido. Compromiso con la profecía y la reconciliación. Compromiso con la palabra, con la oración y con la vida. Compromiso con la probación de amor, porque como el mismo León Dehon escribe: “no hay nada más provocador que el amor, y el amor de Dios es someramente provocador” y si no hay esta provocación nos convertimos en mediocres constructores del Reino porque “no reflexionamos lo suficiente en el amor de Cristo”.55 Compromiso para que el Reino sea una realidad palpable en la calle y en la comunidad, en los lugares de trabajo y en las oficinas de empleo, en el hospital y en los lugares de ocio, en el hermano y en el desconocido.

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1 Cf. E. Leclerc: El reino escondido, Sal Tarare, Santander 1997, p. 195.

2 NHV VI, 81.

3 NQ II, 1, 8 de febrero de 1869.

4 El p. Dehon escribe esta resolución con motivo del retiro que realizó en Braisne del 17 de octubre al 16 de novembre de 1893. Esta resolución junto con los frutos de este retiro está recogida en el Quaderno VI de Notes Quotidiennes en el numero 11 del anexo en la pagina 433 de la edición italiana de su Diario Espiritual.

5 NQ I, 71-72, 30 y 31 de marzo de 1868.

6 L. Dehon: L’année avec le Sacré-Cœur, Etablisments Casterman, S.A., París, p. 178.

7 Cst n. 4.

8 Estas palabras están recogidas en un documento escreto por el p. Dehon, titulado El Reino del Sagrado Corazón y que G. Valerius scj cita en su artículo: León Dehon y el movimiento ADVENIAT REGNUM TUUM, en “Dehoniana” 72 (traducción española), 1987/2, p. 210.

9 Ibidem, p. 211.

10 L. Dehon: L’année avec…, p. 178. En esta misma línea, ahondando en este pensamiento, León Dehon escribe, recordando las palabras de Santa Margarita Maria : “Jesucristo reinará a pesar de todos sus enemigos, pero reinará por su Sagrado Corazón” (O. Sc., IV, 546).

11 NQ III, 60, 14 octubre de 1886.

12 O.Sp. III, 461-462.

13 Cf NQ II, 27, 15 de dicembre de 1869.

14 Citado por Avelino Díez: Tras las huellas del amor, p. 65 (trabajo manuscrito no publicado todavía), atribuye estas frases a León Dehon, en su libro Coronas de amor.

15 L. Dehon: L’année avec…, p. 320.

16 Cst nn. 4 y 7.

17 O.Sp. I, 62.

18 Cf. Cst n. 7: “El p. Dehon espera que sus religiosos sean profetas del amor y servidores de la reconciliación de los hombres y del mundo”.

19 O.Sp. I, 125.

20 O.Sp. III, 485.

21 NHV V, 2.

22 Cf. León Dehon: Directorio Espiritual, Gráficas Gurrea, Pamplona 1947, p. 116.

23 Escribiendo al p. Freyd, su director espiritual por excelencia, le dirá: “no me inquieto, pongo todo en las manos de Dios”. Carta del 9 de marzo de 1873 (AD, B 36/2).

24 Cf. NQ III, 103v, 25 de febrero - 11 de marzo de 1890.

25 Comentando las bienaventuranzas, León Dehon les dice a los novicios: “podríamos hacer de la misericordia la divisa de nuestra Obra”, Cahier Falleur I, 13.

26 Cf. Cst n. 29: “siguiendo a Cristo, debemos vivir en solidaridad efectiva con los hombres… (que para que llegue) a la plenitud del Reino, necesita ser constantemente purificado y transfigurado por la Cruy y la Resurreción de Cristo”.

27 NQ I, 49, 28 de febrero de 1868.

28 NQ I, 75, 5 de abril de 1868.

29 Cf. X. Pikaza: El padrenuestro en la vida religiosa, en Folletos CONEL, n. 60, p. 12.

30 NQ II, 39, 1 de enero de 1870.

31 Acto de oblación viernes I.

32 Cf. Cst n. 38.

33 Cf. José Fernandes de Oliveira: Por causa de um certo Reino, Edições Paulinas, São Paulo 1978, p. 24.

34 Ibidem, p. 46.

35 O.Sc. IV, 249.

36 NHV IX, 92.

37 O.Sc. III, 58.

38 Cf. NHV IX, 90.

39 Cf. O.Sc. II, 16-21.

40 O.Sc. II, 109.

41 O.Sc. II, 153-161.

42 Cf. O.Sc. I, 3.

43 O.Sc. II, 67.

44 Cf. O.Sc. II, 158.

45 O.Sc. II, 158.

46 Seguiremos lo que se recogen en O.Sc. II, 67-69.

47 O.Sc. II, 69.

48 Cf. O.Sc. II, 153.

49 O.Sc. II, 105-109.

50 Cf. Avelino Díez: El Padre Dehon adelantado social, en “Studia Dehoniana” 37, 1994, p. 147.

51 Cst n. 38.

52 Primo Corbelli: Por una civilización del amor, Editorial Claretiana, Buenos Aires 1985, pp. 119-120.

53 O.Sp. IV, p. 202.

54 Manuscrito autografo del p. Dehon encontrado en el Archivo General de Roma, entre los sobres que contienen diversos recortes de periodico y numerosos folios manuscritos de apuntes sobre los problemas sociales. Se conserva en el clasificador 8/3 y se halla catalogado bajo el título : Synthèse de la question social, 27 pages portant ce titre en la dernier page. El manuscrito se compone de 27 folios, casi todos escritos por una sola cara. Dunque no lleva fecha se puede asegurar que es posterior a 1895.

55 Citado por p. Corbelli, o.c., p. 123.