DOSSIER CENTRALE
PROFETI DELL’AMORE
E SERVITORI DELLA RICONCILIAZIONE

BUSCAR LA PAZ HOY

Enrique Marroquín, cmf

La Paz un reclamo universal. Es la atmósfera adecuada para que tanto los individuos como los pueblos desarrollen todas sus potencialidades. Es la condición indispensable para que los intercambios económicos y culturales sean fuente de enriquecimiento recíproco. La Paz es, pues, una utopía, un ideal que cautiva; pero al mismo tiempo, es una situación siempre amenazada, frágil y vulnerable. La humanidad ha ido ensayando mecanismos cada vez mejores para protegerla y garantizar formas más civilizadas de convivencia. Sin embargo, también los mecanismos de violencia se van modernizando. Cada situación histórica condiciona sus propias formas de lucha y por consiguiente también la labor de los “buscadores de paz”, aquellos a quienes Jesús llamó bienaventurados. Muchos pensamos que el ataque terrorista del 11 de septiembre pasado significó el inicio de una nueva era bélica. Urgen pacifistas auténticos que no se queden en meras exhortaciones o genéricos deseos. Para una búsqueda eficaz de la paz se requiere claridad en las tareas a realizar. Para contribuir a su discernimiento, propongo el siguiente decálogo.

1. Comunicación para la Paz

La primera tarea de los “buscadores de paz” será conocer lo mejor posible la realidad de los conflictos. Esto no resulta nada fácil. Todo conflicto armado implica también una guerra comunicativa. Se requiere, en efecto, del consenso de la población, y este lo consiguen los mass-media mediante mecanismos como los siguientes: transmitir declaraciones sesgadas, criminalizar a las víctimas, dosificar la información o por el contrario, hacerla profusa y reiterada en algunos aspectos, magnificar al adversario para infundir miedo, etc. En la guerra actual contra el terrorismo, el gobierno norteamericano ha amonestado a la prensa para una comunicación “responsable”, exigiéndole ciertas “limitaciones” para “no divulgar demasiado”. Como advirtió abiertamente Donald H. Rumsfeld, titular de Defensa: el despliegue militar podría tener entre sus primeras “bajas” a la verdad. Los “buscadores de pas”, por lo tanto, habrán de ser críticos de los medios masivos, agudizarán ojos y oídos para captar lo que se logre filtrar del punto de vista del adversario procurarán allegarse análisis más serios e independientes, difundirán información alternativa por los causes no tan controlados por ahora (el Internet), defenderán con firmeza el derecho de la colectividad a la información veraz y para los reporteros, la libre expresión.

Conscientes de que lo más importante se nos oculta y de que no se pueden comprobar ciertas acciones maquiavélicas de los Servicios Secretos, a veces tendrán que ser suspicaces y sospechar. Será entonces útil, como hipótesis analítica, preguntarse por los intereses que resultan favorecidos o perjudicados con esa acción violenta. En el presente conflicto, el mundo árabe - incluyendo los palestinos - se ha debilitado. Por el lado contrario, la imagen del Presidente se fortaleció. Se justificó la inyección de fuerte cantidad de dinero gubernamental en las fianzas, que hasta entonces se había evitado. La industria bélica dinamizará, como en otras ocasiones, a la economía norteamericana...

Dada la dependencia que tiene el modelo tecnológico actual respecto del petróleo, no puedan pasar desapercibidos los ricos pozos del mar Caspio, hasta ahora bajo la supremacía rusa. Se trata de la tercera reserva de energéticos del mundo, calculada en 200 mil millones de barriles de petróleo (sólo inferior a la de Arabia Saudita, calculada en 260 mil millones). Turkmenistán y Uzbekistán son los países más favorecidos de ellas y existen en Afganistán, país con el que colindan, proyectos de gasoductos y oleoductos que hasta ahora no habían podido atraer las inversiones foráneas que se requieren.

2. Desarticulación de los discursos belicistas

Ni las armas, ni la manipulación de la opinión pública son suficientes para recabar el consenso social para la guerra. Se requiere de cierta legitimación moral, de donde la importancia de articular discursos justificadores de la guerra. Toca a los “buscadores de paz” desenmascarar dichos discursos. Señalo tres de ellos.

a) La “Guerra Santa” - Cuando hay convencimiento e que Dios está de parte de uno de los contendientes, los conflictos adquieren connotaciones apocalípticas y revisten el grado de intensidad e intolerancia de los fanatismo fundamentalistas. El islámico de la Jihad contra los infieles; el hebraico que considera que Jerusalén, la Ciudad Santa, le pertenece como exclusiva herencia divina; el “Dios lo quiere” de los cristianos en tiempos de las Cruzadas, que pareció retornar después del atentado, por ejemplo, al pretender nombrar la actual operación militar como “Justicia Infinita”. Conviene recordar aquella famosa canción de Bob Dylan - “With God on Our Side” -, en la que después de repasar todos los crímenes cometidos por los cristianos en el nombre de Dios, se preguntaba si cuando Judas besó a Jesús ¿no habría también pensado que Dios estaba de su lado?

b) La “Guerra Justa” - Tradicionalmente se había reconocido la posibilidad de una “guerra justa”: la realizada en legítima defensa, la que se propone acabar con una tiranía cruel y prolongada, la que es proporcionada y conforme a las normas del Derecho Internacional Humanitario, etc. Sin embargo, el poder de destrucción actual y el número de víctimas civiles son tales que se pierde la justificación ética en estas guerras.

c) La “Guerra de los Pobres” - Las figuras románticas de los “partigiani” italianos contra los alemanes, del “Ché” Guevara o la del “Subcomandante Marcos” en plena selva seducen al imaginario colectivo mundial. Se trata de rebeliones conducidas con más ingenio que armamento por una guerrilla apoyada por la población civil. Sin embargo, el momento actual va haciendo inviable este tipo de insurgencia. Las guerrillas requieren hoy de fuerte armamento, y éste sólo puede conseguirse en el mercado negro de armas, mezclado con el tráfico de droga y con el crimen organizado. Para obtener los recursos necesarios deben realizar operaciones criminales, tales como secuestros y asaltos, y cuando han tomado el poder, se corrompen fácilmente, cuando encubiertos por una doctrina ideológica, retienen el monopolio de las armas. En otras ocasiones, la forma de lucha de grupos pequeños es el terrorismo, en el que la mayoría de las víctimas son civiles inocentes y que en casos de desesperación o fanatismo se llega a la autoinmolación.

3. Hacer conciencia de motivaciones inmaduras

Una tarea de los “buscadores de paz” es hacer conciencia de las motivaciones subyacentes a cualquier forma de violencia, por lo general, fruto del pecado o de la neurosis. Señalo algunas.

a) La ambición - “¿De dónde vienen esas guerras, de dónde esos conflictos entre ustedes? - se pregunta el apóstol Santiago, y él mismo responde - ¿Quién hace la guerra sino los malos deseos que tiene dentro? Cuando se les niega lo que codician, ustedes matan. Cuando no consiguen lo que codician, ustedes discuten y pelean” (Sant. 4,1). Es la ambición la que mueve a aprovecharse del débil y arrebatarle lo suyo. Es posible que el bien apetecido sea legítimo; pero en situaciones de escasez, los más rapaces tratarán de acapararlo. Hoy que ya conocemos los recursos totales del planeta, dos líquidos serán cada vez fuente de conflictos: el petróleo (el “oro negro”) y el agua. Sabiendo que en el Oriente Medio abunda el primer y escasa el segundo, no extraña que sea esta la región más conflictiva.

b) El miedo - Un animal acorralado siempre atacará. Es el miedo el que mueve a las pandillas juveniles a armarse cuando transitan por el territorio de otra banda; pero esa misma necesidad de protección aumenta la peligrosidad de tales bandas y con ello, su inseguridad. El miedo a otros eventuales ataques terroristas empuja a la sociedad norteamericana a exigir supuestas “seguridades”. Pero la seguridad total del país sólo es posible con el control total del mundo. Es por eso que Franklin D. Roosevelt le advirtió a su propia nación, en una circunstancia militar de sicosis: “deberíamos tenerle más miedo a nuestro propio miedo”.

c) La venganza - Todo agravio, además del daño infligido, conlleva cierta humillación. Recuperar lo arrebatado implica, por tanto, alguna satisfacción. Pero la “Ley del Talión” (“ojo por ojo; diente por diente”) nunca se conforma con un castigo proporcionado. Si se está en condiciones infligirá como escarmiento un daño mayor. ¿Cómo distinguir en Afganistán, por ejemplo, la línea que separa el castigo de la venganza?

4. Internacionalizar el monopolio de la violencia

En la “ley de la selva” la justicia se ejercía por la propia mano, lo que equivalía al simple predominio del más fuerte. Las sociedades civilizadas han tratado de poner un poco de orden. Su principal mecanismo ha sido monopolizar la violencia: una fuerza policíaca a las órdenes de un poder judicial independiente del poder ejecutivo, que se encargue de hacer cumplir un conjunto de leyes aprobado por un poder legislativo a nombre de toda la sociedad. Pese a múltiples formas de corrupción y de presiones antidemocráticas, se puede afirmar que en muchos países este esquema se ha venido perfeccionando.

El problema actual se da a nivel internacional. Los países industrializados se hicieron de una sofisticada tecnología bélica contra la que resulta imposible competir. Durante la “Guerra Fría” - entre el fin de la II Guerra Mundial en 1945 y la caída del Muro de Berlín en 1989 - dos superpotencias habían implementado sendos equipos armamentistas disuasivos. El equilibrio bipolar del terror permitía su control recíproco, si bien colocaba a todo el planeta en peligro de una “guerra total”, sin vencedores ni vencidos. Aunque existe el riesgo de la fabricación incontrolada de armas nucleares, con la caída del socialismo los Estados Unidos monopolizan la tecnología bélica de punta, convirtiéndose “de facto” en la policía mundial.

Los “buscadores de paz” tenemos una tarea vital en el mejoramiento del Derecho Internacional Humanitario, a fin de que sea la comunidad internacional la que controle la violencia. Exactamente dos años antes del ataque terrorista - el 11 de septiembre de 1999, con ocasión de la crisis de Timor Oriental - Kofi Annan justificaba la intervención de una fuerza multinacional en casos de “crímenes contra la humanidad”. Ya que el terrorismo representa un peligro para todos los países y dada la globalización del crimen organizado, lo que parecería más adecuado es que su combate fuese dirigido por la ONU y los terroristas, juzgados por la Corte Internacional del Crimen. Lamentablemente faltan sólo 26 ratificaciones para que el acuerdo tenga fuerza legal obligatoria. Toca a los “buscadores de paz” de aquellos países que todavía no lo hacen el presionar a sus autoridades.

5. Defensa de los derechos civiles

Sin justicia no habrá verdadera paz, sino “equilibrio del terror” o “paz de los sepulcros”, que no tolera disidencia alguna. Helder Camara describió muy bien el proceso que denominó “espiral de la violencia”: inicialmente está la violencia institucional, encubierta bajo apariencias legales del “status quo”; pero es la que produce más víctimas. En respuesta contra ella se levanta la violencia subversiva, de los movimientos insurgentes. El poder, empero, tiene a su favor mayores capacidades de agresión, por lo que reaccionarán con la violencia represiva, o sea, la que ejerce el sistema contra sus impugnadores. La tendencia es que las potencialidades agresivas se vayan incrementando.

Los “buscadores de paz” comienzan su trabajo con la prevención y defensa de los derechos humanos. Recordamos que ha habido tres generaciones de tales derechos. La primera consistió en los derechos civiles y políticos. Es comprensible que toda guerra exija cierta discreción y vigilancia en las comunicaciones. Pero esto puede ser aprovechado abusivamente por los gobiernos para control de la disidencia política. Hay actualmente claros signos de emergencia de un nuevo macartismo, similar al que se dio durante la “guerra fría” contra supuestos “comunistas”. A quienes nos tocó vivir aquel clima recordamos la pérdida de empleos, el espionaje, la persecución, etc. que costaron tales campañas. Es presumible que los “buscadores de paz” tendrán mucho trabajo para defender a las víctimas de tales violaciones.

6. Los derechos económicos y el desarme

La segunda generación de los derechos humanos se centró en los derechos económicos, es decir, aquellos que nos corresponden para satisfacer nuestras necesidades básicas. Para asegurar la enseñanza básica para todo el mundo serían necesarios unos 6.000 mil millones de dólares más de lo que actualmente se gasta en ello. Otros 9.000 millones para el agua potable y unos 13.000 millones para nutrición y salud. En realidad, no es demasiado, comparado a los 780.000 millones de dólares que se gasta cada año en armamento. En 1990, por ejemplo, se gastó el 5% del Producto Mundial Bruto en educación, el 4,6% en salud y el 3,8% en gastos militares. Desde la caída del Muro de Berlín habían estado disminuyendo notablemente los presupuestos militares: la importación de armas del mundo en desarrollo bajó de 31.000 millones de dólares en 1987 a 12.000 en 1994; la industria área militar bajó de US$ 627.000 millones a US$ 326.000 millones, y la industria de armas en Rusia en 1996 fue una octava parte respecto a la de 1991. Sin embargo, después del 11 de septiembre los presupuestos para la guerra vuelven a crecer y el mundo se prepara para una guerra dura y prolongada.

Cada vez es más claro que el armamentismo no garantiza la seguridad. Mientras el presidente Bush presionaba para un costoso escudo antimisiles para defenderse de posibles ataques desde algún país lejano, el pasado atentado fue perpetrado por pilotos entrenados en las escuelas de aeronáutica norteamericanas, en aviones comerciales norteamericanos, utilizando como explosivo gasolina norteamericana y empleando como armas, se dice, sencillos cuchillitos de plástico. Aunque el terrorismo, en general, sea obra de organizaciones criminales, requiere un ambiente favorable como caldo de cultivo. “No hay enemigo pequeño”, y cuando la supervivencia está en riesgo, cualquier medio parece justificado para satisfacer las necesidades básicas, incluso la entrega de la propia vida. Es por esto que los “buscadores de paz” no cejamos en presionar por el desarme, unido al monopolio internacional de la fuerza. Mons. Onaiyekan, presidente de la Conferencia Episcopal de Nigeria, sugirió que con lo que está costando cada bombardero en Afganistán se podría construir un hospital en la región. Esto debilitaría el terrorismo; mientras que las destrucciones y las muertes de inocentes lo fomentan.

7. Diálogo de religiones y de civilizaciones

La tercera generación de los derechos humanos versó sobre los derechos culturales. Recordemos los hechos siguientes: el régimen talibán se caracterizó por la discriminaciones de género, etnia y religión: las mujeres fueron reducidas casi a la esclavitud; se obligó a los hindus a vestirse de amarillo para señalarlos; se les destruyó los Budas gigantes, símbolos de su identidad cultural; se persiguió a los cristianos... Como reacción, estamos ahora siendo testigos de fuerte hostigamiento a los emigrados de los países islámicos. La crítica que hace el mundo árabe de Occidente identifica la política belicista, instrumento de las grandes corporaciones transnacionales, con la población en su totalidad. No se puede menos que admirar la forma patriótica, unida y solidaria cómo reaccionó pueblo norteamericano, así como los importantes movimientos pacifistas de aquel país.

Hoy se vuelve a poner de moda el famoso libro “Choque de civilizaciones” del conocido ideólogo norteamericano Samuel P. Huntington. Su tesis principal es que después de la caída del socialismo, la fuente de conflictos mundiales no se dará más entre ideologías, sino entre las ocho grandes civilizaciones actualmente existentes. Por supuesto que esta tesis encubre la principal fuente de conflictos que es la injusta distribución de la riqueza mundial; pero es indudable que los regionalismos de civilizaciones pueden ser fácilmente manipulados. El autor reconoce que la religión constituye el núcleo de toda gran civilización, por lo que el choque cultural pasaría por la confrontación religiosa. Los “buscadores de paz” estamos convencidos que todas las religiones, incluyendo el Islam, recogen en su cuerpo doctrinal el anhelo de paz, y si bien es verdad que lo religioso puede ser manipulado para la intolerancia, puede también nutrir espacios de encuentro y de búsqueda conjunta de la paz.

8. La fuerza del diálogo

Además de las anteriores tareas coyunturales, siguen siendo pertinentes aquellas más tradicionales. Ante la razón de la fuerza, los “buscadores de paz” apostamos por la fuerza de la razón. Dialogar, empero, no es fácil. Primeramente hay que establecer un eje común dónde desarrollan la discusión. En seguida, conocer bien la posición contraria. La polémica, que trata de vencer, cierra los oídos y bloquea las conciencias. El diálogo, en cambio, requiere gran capacidad de escucha. Esto implica el esfuerzo de ubicarse desde la perspectiva del adversario, escuchar sus argumentos, incluyendo lo “no-dicho”, lo no suficientemente formulado y pasar, incluso, por encima de las maneras agresivas y apasionadas con que se critica. Escuchar nos lleva a un segundo paso, que es examinar la propia posición. Esto implica humildad para reconocer posiciones injustas o inadecuadas. Un clima generalizado de hostilidad contra una potencia, por ejemplo, puede ser explicado como consecuencia de políticas de largo tiempo atrás. Al mismo tiempo que se reconocen las faltas, uno también confirma aquella posición que considera oportuna y legítima. Hay que argumentar con claridad, respeto y serenidad. Forma parte también del diálogo denunciar la afrenta de que se es objeto. Si se hace con sinceridad y concordia, es más fácil que ésta sea aceptada. Por último, hay que tener imaginación para proponer salidas que eviten la humillación de la derrota, así como soluciones de negociación, para las que ambas partes puedan ceder un tanto de los propios intereses en aras de una convivencia pacífica que a la postre resulta más redituable para todos.

9. Ministerio de Reconciliación

El poder judicial es el árbitro ordinario de los conflictos entre ciudadanos, siempre que se ejerza con neutralidad, honestidad y apego a la ley. Cuando esta instancia no existe (como acontece en el ámbito internacional) o cuando ésta no parece suficientemente confiable, dicha función puede ser ejercida por los “buscadores de paz”. La neutralidad no será indispensable para la mediación. El mediator puede simpatizar con las víctimas; pero con la convicción de que la violencia no es vía de solución.

Cierto pacifismo ingenuo, no bien se logra el mero cese de las hostilidades, habla ya de reconciliación con “perdón y olvido”. A veces, cuando la guerra ha sido prolongada, compleja y cruel, ya el silencio mismo de las armas es un bien por el cual luchar. Sin embargo, mientras no se castigue a los culpables y no se desagravie a las víctimas, se corre el riesgo de solapar la impunidad. Si al momento del acuerdo no hubiese condiciones para exigirlos, corresponde a los “buscadores de paz” custodiar la memoria histórica de la afrenta, como algo pendiente por resolver, a fin de que el perdón llegue, sin rencores, como conclusión de la afrenta reparada.

10. Educar para la Paz

La acción más segura a favor de la paz será invertir para el futuro: inculcar en los niños y en las niñas los valores de la tolerancia y del respeto, y enseñarles a solucionar sus pequeños problemas dentro del espíritu del diálogo y de la respetuosa tolerancia. Es una tarea de contracorriente, pues vivimos en una cultura en que educa a los niños para la violencia: los juguetes bélicos, los video-juegos, los programas televisivos, los “comics” y caricaturas y las películas infantiles. Para que podamos convivir fraternalmente, se requerirán pequeñas células pacifistas que difundan en vastos sectores la nueva Cultura de la Paz.

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P. Enrique Marroquín cmf nació en la ciudad de México en 1939. Es misionero claretiano encargado de Justicia y Paz en su Congregación. Es antropólogo y tiene un doctorado en Ciencias Sociales, en México. Es también autor de varios libros ("La Cruz Mesiánica", "La Contracultura como Protesta", "Dios en el amanecer del Milenio", "El Botín Sagrado", etc.).

1. Esta disminución se refería a las grandes armas convencionales, pues la producción de armas ligeras - que son las que se están empleando actualmente en la mayoría de los conflictos - aumentó, en cambio, un 25%.

2. Samuel P. Huntington: Choque de Civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial - 1996. Ed. Paidos, Barcelona, 1997.