FAMILIA DEHONIANA

De la Revista “El Reino” – Marzo 2004

Desde hace muchos años habéis tenido ocasión de conocer y entrar en contacto con la persona y la figura del P. Dehon. Su persona os es familiar y, a través de nuestra revista hemos intentado, unos y otros acercarnos al padre de familia recogiendo los trazos que él, con su vida, escribió el Evangelio, pues los santos son el Evangelio encarnado en estos hombres de Dios, del que iluminados por la gracia del Señor ponen su acento concreto como respuesta al mundo en que viven, dentro de la Iglesia de la que son hijos preclaros.

Gracias a Dios, a la oración sencilla y familiar de todos vosotros, que os sentís cercanos y colaboradores de nuestra misión y de nuestras obras, la beatificación del Venerable Siervo de Dios León Dehon está ya cercana. Días antes de las grandes solemnidades pascuales, Su Santidad Juan Pablo II, firmará el Decreto de aprobación del milagro realizado por su intercesión, y con ello el vía libre para la solemne beatificación.

La fecha no es fácil precisarla porque depende en primer lugar del Santo Padre, de la Secretaría de Estado y del entendimiento con las nuevas beatificaciones que se harán juntas, porque en este caso a nivel de Iglesia no son figuras como la Madre Teresa, P. Pío de Pietralcina, o nuestro José María Escrivá capaces de superar, por asistencia, todas previsiones.

De todos modos, podemos esperar que, o bien en otoño, o en primavera del año próximo, podamos ver proclamada la figura de nuestro P. Dehon objeto de culto y veneración públicos, para la familia Dehoniana, diócesis de origen y lugares donde es conocida. La canonización, aunque por las solemnidades con que se celebra, como lo ha venido haciendo Juan Pablo II no aparece externamente muy diferente, es la que abre oficialmente su culto para toda la Iglesia.

Este último paso requiere, como sabéis, un segundo milagro realizado después de la beatificación, por lo que debemos seguir rezando, encomendándonos a él, y a la vez ofrecer su intercesión, en las situaciones difíciles, personales o familiares, de un modo particular cuando las perspectivas de curación sean imposibles, cuando los médicos afirman que no hay nada que hacer, y los más creyentes de entre ellos, que sólo un milagro puede salvar al paciente. Es el momento de acudir a los “amigos de Dios” para que intercedan ante el Padre; y su gloria, la de la Trinidad entera, se manifieste en la sanación del hermano enfermo.

Siguiendo de cerca la fama de santidad de nuestro Venerable Siervo de Dios, a través de beneficios y gracias recibidas, desde su piadosa, edificante y santa muerte el 12 de agosto de 1925, se percibe como el Señor, “mil gracias derramando”, ha querido que su figura se hiciera cercana y vecina entre sus devotos de todo el mundo, como intercesor y amigo fiel.

A veces, cuando te transmiten gracias recibidas, pueden parecer cosas sencillas que no soportan un juicio de “extraordinario” pero que para la persona que las ha vivido sí, porque el milagro tiene de por sí un valor de testimonio concreto. Muchas personas y gentes tuvieron ocasión de presenciar los milagros y hechos de Jesús y, sin embargo, pocos creyeron, es más, hasta lo tildaron de endemoniado. En ocasiones, releer estas gracias y favores, es un modo de encontrarse con aquella fe evangélica que hace mover montañas y que hace sentir a la persona agraciada feliz y segura.

Ayer mismo, una larga conversación telefónica, con una persona que al principio no identificaba, desde Foligno, no lejos de Asís, me contaba las gracias que su familia iba recibiendo en los últimos tiempos, y cómo un grupo cercano a nuestra espiritualidad estaba viviendo la misma experiencia a niveles personales y familiares, con asombro y agradecimiento por parte de todos ellos. Ella misma me decía que sabía que no eran “milagros”, pero que para ellos la respuesta a sus oraciones eran gracias y dones recibidos, que es lo que podemos llamar el milagro de cada día del que casi todos tenemos experiencias personales.

En este mundo de desconcierto en que vivimos, en el que las seguridades ya no existen, en que los modelos de vida ofrecidos por los medios de comunicación son aves volanderas pero con escaso recorrido, léase artistas, deportistas, políticos, objetos de consumo, horóscopos, santones, etcétera, sólo nos está quedando como punto de referencia, si no queremos caminar en el vacío, el Evangelio, y aquellos que han hecho de su vida una interpretación concreta del Evangelio, como son los santos

y tantos y tantos cristianos que han hecho de su existencia una palabra viva en medio de los hombres.

Muchas de estas personas no irán a parar a un ulterior proceso de beatificación, porque pronto se diluye su memoria en el recuerdo colectivo, o porque entre la gente o comunidades cristianas en las que han vivido, faltan quienes crean que vale la pena dar estos pasos, o a veces, cuando se redescubre, es tarde, pues la fama de santidad se ha diluido, o bien porque, poner en marcha una Causa de Beatificación y Canonización, suponen también personas especializadas, estudios muy exigentes y toda una serie de pasos, también a nivel jurídico, que suponen un buen esfuerzo económico para sufragarlo. De todos modos, la fama de santidad, el agradecimiento por los favores recibidos –es una constante del pueblo fiel- puede ser el termómetro que nos indicara cuánto y cómo el Siervo de Dios es invocado.

Si visitáramos el pequeño museo del P. Dehon, existente en Roma, con recuerdos de su persona y de su obra, entre las cosas que más abundan son precisamente las reliquias, recuerdos, estampas de santos canonizados, algunos desconocidos, y otros, recuerdos de Siervos y Siervas de Dios que él conoció en su larga vida apostólica y viajera, en los cuales no dejaba de visitar por interés histórico y artístico santuarios e iglesias; era un hombre de una gran cultura y de gran piedad, por lo que donde existía una devoción particular siempre ha dejado su relación escrita y si le era posible algún recuerdo concreto entre sus cosas.

Podemos encontrar desde dos botones de la sotana de S. Pío X, con su “auténtica”, quiere decir que murió con fama de santidad, hasta un paño con sangre de una estigmatizada, Louise Latteau, con la que estuvo en relación a la hora de fundar la Congregación, o bien cabellos en una pequeña bolsita de papel del Siervo de Dios Juan del sagrado Corazón de Marsella; estampas y medallas de Santa Teresa de Lisieux, a la que se sentía muy cercano por espiritualidad (abandono en las manos del Señor adentrándose en el amor de Dios mismo como fuente de salvación) y de cuya devoción se convirtió grande propagandista. Una tarjeta descolorida de la reliquia del corazón de Santa Teresa de Alba nos habla de su paso por la Villa Ducal para venerar a la Santa, y de lo que hay huella con su firma en el registro de visitantes.

En un libro de meditaciones escrito por el P. Dehon: “L’anné avec le Sacré-Coeur”, a través de una meditación personal, un diálogo con el Señor, nos expone su visión de los santos en la gloria, en el día de Todos los Santos y que titula: “Una visita al cielo con el Sagrado Corazón”, en el segundo punto: A los santos digo mis alabanzas, admiro sus virtudes, y pido su intercesión”.

Aunque toda gracia viene de Dios, el Sagrado Corazón quiere felicitar a sus Santos: “Recibid, les dice, la corona, la aureola, y el gozo que mi Padre os ha preparado desde toda la eternidad”. Y a mí, Nuestro Señor quiere también decirme: “He aquí mis amigos, los que han lavados sus vestidos en la sangre del Cordero, que han venido de la gran tribulación; ahora sirven a Dios en su templo, están al abrigo de las necesidades de la vida terrena y yo les dejo beber en los manantiales refrescantes de mis llagas, y sobre todo, de mi Corazón (Ap 7, 14 sic)

Como a S. Juan en la gran visión de Patmos, Nuestro Señor me muestra sucesivamente a los profetas y a los apóstoles, madurados en la sabiduría, a los evangelistas que conducen el carro de la Iglesia, los mártires llevando las palmas de la victoria, las vírgenes que siguen al Cordero a dondequiera que vaya, la multitud de los confesores que cantan su agradecimiento.

¡Qué gran lección para meditar! He aquí el camino del cielo: la sabiduría de los ancianos, el celo de los evangelistas, de los pontífices y de los sacerdotes y la pureza de las vírgenes. La piedad de los confesores, la fuerza de los mártires. Esto es para mí sujeto de infinitas reflexiones.

Veo como los ángeles y los santos ponen en sus incensarios celestes las plegarias de la Iglesia militante con la suyas; y cómo hoy recurro a la intercesión de todos los Santos, y desde una infinidad de incensarios mis humildes oraciones y alabanzas, unidas a las plegarias de los Santos se elevarán hacia Dios con una eficacia infinita”.

La unión de nuestra oración de intercesión, a través de los santos, el P. Dehon la tiene muy presente: No es una oración aislada sino con todos los santos, como una ofrenda de olor agradable, de toda la Iglesia en el cielo y en la tierra. Una oración que, puesta en manos de Dios, acepta en primer lugar la voluntad de Dios, su divino beneplácito, la verdadera adoración y a alabanza que se presentan

A nosotros hoy, la figura del P. Dehon, después de casi ochenta años de su muerte, estudiada, analizada, sometida a un estudio profundo como cristiano, religioso y sacerdote nos parece, como señalaba uno de los consultores de la Congregación de las Causas de los Santos, en el Congreso peculiar sobre las Virtudes (1999): los testigos están “convencidos no sólo de la gran personalidad del P. Dehon sino de sus eximias virtudes. Los textos subrayan que la santidad del P. Dehon no aparecía en hechos o gestos clamorosos, sino de la grandeza extraordinaria de sus virtudes durante su vida de cada día. Se manifestaba como un santo muy humano e imitable. Después de su muerte esta fama fue aumentando, sin duda vinculada a expansión del trabajo realizado por los PP. Dehonianos (Reparadores) que han dado a conocer su figura con escritos, libros y publicaciones varias.

En la Positio (trabajo realizado que recoge sistemáticamente el material de los Procesos, lo estudia y presenta para ver si, a través de ello, se puede afirmar que el candidato vivió y practicó en modo extraordinario, heroico, las virtudes teologales y cardinales, y las otras virtudes) aparecen muchas gracias y favores atribuidos al Siervo de Dios. Sobre una curación se ha instruido el proceso regular “de miro” en Brasil. (Proceso que ha sido la base para la futura beatificación al ser ya aprobado por los médicos y consultores teólogos en el año 2003; y la Congregación ordinaria de Cardinales y Obispos, el 20 enero 2004 ha refrendado y presentado al Santo Padre sus conclusiones para que emita el Decreto sobre el milagro, que tendrá lugar antes de las festividades pascuales como es tradicional)

“La gente que habla de la santidad del Siervo de Dios afirman con claridad que el fundamento de tal fama son sus virtudes, subrayando la afabilidad del P. Dehon, su densa vida interior de amor al Sagrado Corazón de Jesús y su celo por la salvación de las almas.

De esta Causa, que aparece compleja y de difícil estudio, por los problemas que presenta emerge a nuestro juicio la figura excepcional de un sacerdote de virtudes heroicas, de una grande reciedumbre humana cuyo celo por el amor de Jesús y la salvación de las almas, por la promoción humana y cristiana de los trabajadores, resplandece en su época como un ejemplo luminoso y profético. La complejidad de las vicisitudes del P. Dehon nos hace descubrir la fecundidad apostólica de su “Pacto de Amor” con Jesús y nos ofrece un gran mensaje de actualidad para la Iglesia: es decir, cómo la fecundidad del apostolado cristiano depende de la unión íntima con el sacrificio de Cristo y con su amor, mediante una sólida vida interior hecha de ardiente y perseverante oración, de profunda humildad y firme y filial adhesión a cátedra de Pedro.

Su existencia cristiana es un reclamo continuo a la prioridad de la vida interior de confiado amor a Jesús, que conduce a desconfiar del activismo interior sin el fundamento de una sólida unión con Cristo. Verdaderamente su vida ha sido una continua oblación, de amor y de reparación, al gran amor de Jesús por todos nosotros”.

Concluye su voto quizá haciéndose eco de los opositores, aun dentro de la misma Congregación, como un tal P. Jacques, que hizo un estudio parcial de la figura y avatares del P. Dehon, a través de testigos, que declaraba ante los tribunales, en el Proceso de Soissons, que a pesar de todo él estaba convencido que el P. Dehon era santo “aunque será difícil probarlo: “Como todos los hombres, también el P. Dehon ha tenido sus limitaciones… pero estos límites no resquebrajan el heroísmo de su respuesta a su vocación cristiana”.

Os invito a vivir con profunda fe este regalo que la Iglesia nos ofrece, que nos sirva para acercarnos a la vivencia espiritual del P. Dehon y a ser conscientes de que este “amigo” de Dios, nos ofrece intercesión constante desde el Corazón de Cristo, que enviándonos su Espíritu nos guía para saber cómo y cuándo debemos pedir destellos del amor y de la misericordia, de la ternura y compasión del Padre.

P. Evaristo Mtz. de Alegría scj

Postulador General SCJ