dehon_doc:articoli:articolo-dehon-42

P. Egidio Driedonkx, SCJ

LA DEVOCIÓN DEL P. DEHON

A LA SANTÍSIMA TRINIDAD


Commissione Generale pro Beatificazione di p. Dehon
Curia Generale SCJ
Roma - 2004




—————–

LA DEVOCIÓN DEL P. DEHON A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Muchos saben que el P. Dehon durante los últimos años de su vida comenzó a practicar una devoción a la Santísima Trinidad mucho más viva y profunda que antes. Pero no saben, cuando más o menos se realizó este cambio y por qué, tampoco saben cómo fue su devoción a la Santísima Trinidad antes.
Con este pequeño estudio queremos dar una respuesta a todas estas preguntas y presentar un tema muy poco estudiado hasta ahora entre nosotros.
Estudiaremos la vida del P. Dehon como él mismo la cuenta en sus dos Diarios de vida y revisaremos sus obras espirituales más importantes, para llegar a una visión global de su devoción a la Trinidad durante toda su vida.
Esperamos que su lectura pueda completar un poco más el conocimiento de la espiritualidad de nuestro Fundador.





Anota el P. Dehon en su Diario en octubre de 1923: „Dios me dio para cada época de mi vida un guía, una dirección, para ayudarme a vivir en su servicio. Para los primeros años, hasta los doce años, tenía a mi madre. Alumna del Sagrado Corazón de Charneville, me hacía rezar con ella y me hacía querer las cosas del culto”.
„De 1855 al 1859 estaba en Hazebrouck. Mi primer retiro predicado por un Padre Capuchino me marcó para el resto de mi vida. Pasé aquí 4 años bajo la sabia dirección de mi Superior, el Abbé Dehaene. Fui monaguillo, sacristán y alternaba mucho con los que querían ser sacerdote. Me alimentaba de „La Vida Devota”, „La Imitación” y del „Manual” de las alumnas del Sagrado Corazón (NQT. XLIV,1923, 90-91)”.
Conforme a esto podemos entonces suponer, que fue la madre del P. Dehon, la que le enseñó a persignarse y pronunciar los nombres de las tres personas de la Santísima Trinidad.
Cuando León fue al Colegio de Hazebrouck, le dio como libro de oración el „Manual de Piedad” que se usaba en los colegios a cargo de la „Sociedad del Sagrado Corazón” fundada por la Madre Sofía Barat. Parece que este libro lo ha inspirado mucho durante sus años en Hazebrouck. Dice él mismo, „que este libro fue la verdadera guía ascética de su juventud, formándolo en las devociones que ha practicado durante toda su vida. En él aprendió a amar especialmente al Corazón de Jesús y a la Virgen; seguía también las devociones de cada día de la semana”. (Cf. Ducamp, „Le Père Dehon et son Oeuvre”,33).
La primera devoción de la semana, que se encuentra en el „Manual”, es a la Santísima Trinidad, que se practicaba el día domingo. Comienza con una oración:
„Gloria al Padre, que por su poder me ha sacado de la nada y me ha creado a su imagen; gloria al Hijo, que por su misericordia me ha liberado del infierno y me ha abierto el cielo; gloria al Espíritu Santo, que , por su sabiduría me ha iluminado con la luz de la fe y que realiza todavía incesantemente mi santificación con las gracias que recibo todos los días de su bondad. Gloria a las tres adorables personas de la Santísima Trinidad, hoy y siempre, como en el principio y por todos los siglos”.
Después siguen las letanías de la Santísima Trinidad que terminan con una oración, pidiendo de poder perseverar en la fe en este misterio de Dios uno y trino hasta la muerte (Cf. „Manual de Piedad”, edición 1869, 238-241).
Estando después estudiando en París, y más todavía, en Roma, León Dehon se formó en la espiritualidad de la „Escuela Francesa”, fundada en el comienzo del siglo XVII por el Cardenal de Bérulle.
Otros componentes de la „Escuela Francesa” que han inspirado al P. Dehon son de Codren, Olier, y Juan Eudes.
Algunos elementos o principios de esta corriente de espiritualidad son:

1) Un muy acentuado teocentrismo:
El hombre está creado para alabar y honrar a Dios, debe permanecer continuamente en este estado. Dios debe ser el centro de su vida. El acto más grande hacia Dios es el amor. Hace falta adorarlo en la unidad de su esencia y en la trinidad de sus personas.
El Cardenal de Bérulle todos los años en la fiesta de la Santísima Trinidad se retiraba en un lugar solitario para honrar este misterio en el silencio y en el reposo. Quería que todos los días se hicieran tres adoraciones a la Santísima Trinidad: la primera, en la mañana, para adorarla como fuente y principio de nuestro ser; la segunda, a mediodía, como la perfección de nuestra existencia; la tercera, en la noche, como el fin de nuestra vida („Dictionnaire de Spiritualité” I, Paris, 1937,1548-1549).

2) Una gran énfasis en la misión sacerdotal de Jesucristo como el Verbo Encarnado, obra de las tres personas de la Santísima Trinidad.
El Verbo de Dios desde toda la eternidad da gloria y amor a su Padre y así ejerce un cierto sacerdocio en el seno de la Santísima Trinidad, aunque no se trata de un sacerdocio propiamente dicho, lo que implicaría una real inferioridad.
Fue Dios Padre que tomó la iniciativa de enviar al Hijo al mundo para que fuera su sacerdote. Desde el momento que una persona divina se encarna, será ante todo sacerdote de Dios. Primeramente porque la glorificación del nombre de Dios, de sus atributos, de sus derechos, es el fin de la Encarnación.
En segundo lugar, porque un Dios que se hace hombre, debe ser el jefe de la religión de toda la creación. Dios Padre da por eso a su Hijo un corazón sacerdotal. El será siempre y ante todo sacerdote. Al entrar al mundo pronuncia las palabras del „Ecce Venio”, que son palabras que brotan de un corazón sacerdotal.
Fue el Padre que envió a su Hijo al mundo para ser su sacerdote, pero fue el Espíritu Santo quién lo consagró. Cristo es sacerdote por la unción del Espíritu Santo. Es especialmente en su corazón que Cristo recibió esta unción.
Todos estos pensamientos los encontramos también en el libro del P. Dehon, „El Corazón Sacerdotal de Jesús” (OSP. II, 525-533).
Son estos dos elementos de la Escuela Francesa que han marcado al P. Dehon, junto con otros que aquí no podemos analizar. Varias veces habla en sus escritos sobre los derechos de Dios y el misterio de la Encarnación, el misterio del „Ecce Venio”, pero no siempre acentúa mucho el aspecto trinitario.
Sabemos que, estando estudiando en Roma, León tenía como profesor de dogma el P. Franzelin, que le enseñó el tratado de la Santísima Trinidad. Alaba mucho el método y la capacidad de este profesor (NHV.3, V,42 y 56).
No sabemos mucho sobre su devoción a la Santísima Trinidad en estos años. En su Diario „Notes sur l´ Histoire de ma Vie”, bajo el título de „Notes de méditations”, 1867-1868, encontramos una referencia a la Santísima Trinidad en sus reflexiones del 13 de enero sobre el reencuentro de Jesús en el templo:
„Unámonos a las oraciones de Jesús en el templo. No seamos fríos y distraídos en la audiencia que la augusta Trinidad nos quiere dar. Debemos alabarla, adorarla y darle las gracias por tantos beneficios naturales y sobrenaturales concedidos al mundo y especialmente a nosotros . ¡Además tenemos tantas gracias por pedir!” (NHV.3, VI, 2).
En su otro Diario „Notes Quotidiennes” cita estas mismas palabras en sus anotaciones del día 13 de enero de 1868 (NQT. I,21).
El 17 de enero de 1868 anota:
„El bautismo de Jesús.- Dios por el bautismo nos ha adoptado como hijos en Nuestro Señor. El Espíritu Santo ha llenado nuestra alma con sus dones y renueva estas gracias especialmente por medio de los sacramentos”(NQT. I,22).
Y el 16 de febrero de 1868:
„San Pablo nos enseña varios métodos para avanzar en la virtud: el recuerdo de los beneficios que hemos recibido de Dios, y el de nuestras debilidades.
Dios Padre nos ha creado, nos conserva, nos dio a su Hijo para salvarnos. El Hijo de Dios durante 35 años ha querido interceder, sufrir por nosotros, ofreciéndose como víctima perfecta. Continúa su obra en el cielo y en la Eucaristía y nos deja su Espíritu. El Espíritu Santo se ocupa incesantemente en aplicarnos los méritos de Nuestro Señor, transformando y divinizando nuestra alma” (NQT. I,42).
El 2 de diciembre de 1869 leemos en su Diario:
„En el Santo Sacrificio como en el Calvario la omnipotencia y la misericordia de Dios Padre nos dan para salvarnos al Salvador. También el Espíritu Santo está presente y actuando” (NQT. II,20).


Desde noviembre 1871 el P. Dehon fue vicario parroquial de la Basílica de San Quintín hasta la fundación del Colegio San Juan y de su Congregación. Sus referencias que tenemos sobre la Santísima Trinidad de estos años son más bien de tipo pastoral y no personal.
Sabemos que el 8 de junio de 1873 se celebró litúrgicamente la fiesta de la Santísima Trinidad y naturalmente su prédica debe haber abordado este tema.
Felizmente conservamos en nuestros archivos el texto original de este sermón escrito de su propia mano. Está en un cuaderno que lleva el título: „Sermons 1872-1873” (AD. B.6/4 e, inventario 37.05). Tiene tres partes:
- la primera parte demuestra como el dogma de la Trinidad ilumina toda nuestra fe;
- la segunda como es una de las bases más sólidas de nuestra esperanza;
- la tercera como es el vínculo y el modelo de la caridad.
En la primera parte nos explica cuáles son las partes de la fe que reciben una iluminación mayor por el misterio de la Trinidad:
- el misterio de la Biblia, que nos revela con incomparable profundidad;
- el misterio de Dios mismo en esta eternidad, que posea antes de la creación;
- el misterio de la creación;
- el misterio de la Encarnación, que solo encuentra su explicación en la Trinidad;
- el misterio de la Iglesia y del cielo;
- además ilumina toda la ciencia divina y humana.
Así, la Trinidad es la luz de nuestra fe y de nuestra inteligencia.
En la segunda parte dice que la confesión de la Trinidad es la razón más grande de la confianza que la criatura puede tener en Dios. Es por esta confesión que entra en la Iglesia y es la condición misma de nuestra adopción divina. Dijo Jesús: „Bautizad nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Es el primer principio de la doctrina cristiana. Creer en el Dios uno y trino es el primer acto de nuestra fe. Por eso que según las santas y religiosas costumbres empezamos todas nuestras acciones en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por eso también que la Iglesia comienza sus divinos oficios profesando esta fe. Finalmente, la confesión de este misterio es un tal sólido fundamento para nuestra esperanza, que es la razón de que se servirá el sacerdote, cuando recomendará nuestra alma en nuestro lecho de muerte para conmover en nuestro favor la divina misericordia: „Señor, dirá el sacerdote, es para un pecador que implora tu clemencia; no fue libre de debilidades humanas; pero, por lo demás, Tu sabes que ha confesado tu augusta Trinidad, que ha proclamado al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”.
En la tercera parte explica primeramente como el misterio de la Trinidad es el vínculo de la caridad. Cita el llamado a la unidad del capítulo cuatro de la carta de San Pablo a los Efesios: „Así, pues, les exhorto, yo, preso en el Señor, a andar de una manera digna de la vocación con que fueron llamados, con toda humildad, mansedumbre y longanimidad, soportándose los unos a los otros con caridad, solícitos de conservar la unidad del espíritu mediante el vínculo de la paz. Sólo hay un cuerpo y un espíritu, como también una sola esperanza, la de su vocación. Sólo un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos”.
Y continúa:
„En este mismo Dios reconocemos todos un Padre de que todos somos sus hijos; un Hijo, de que todos somos sus hermanos; un Espíritu Santo que nos anima todos. ¿No sería entonces monstruoso, siendo todos hijos del mismo Padre, vivir juntos como extranjeros; siendo todos hermanos del mismo Hijo de Dios, no tener nada de fraternidad entre nosotros; queriendo tener todos el mismo Espíritu Santo, mostrar sentimientos opuestos?”.
Cita a continuación la exhortación a la caridad de la primera carta de San Pablo a los Corintios, capítulo primero sacando la misma conclusión.
Después hace ver como la fe en la Trinidad nos presenta además el modelo más perfecto de la caridad. Tenemos que amarnos como se aman las tres personas divinas.
Termina su prédica con esta oración:
„Dios mío, Tu por medio de la revelación del augusto misterio de tu Trinidad has iluminado nuestra fe con grande resplandor; nos has dado en la confesión de este misterio el fundamento más sólido para nuestra esperanza. Haz que encontremos aquí también el vínculo más firme y el ejemplo más irresistible de la caridad.
Padre todopoderoso que has formado nuestros corazones y que los has inclinado hacia donde te gusta; Hijo igual a tu Padre, pero hecho carne para nosotros, que nos has reunido bajo una misma ley de amor; Espíritu Santo, tu que eres el amor sustancial del Padre y del Hijo y por quién la caridad fue derramada en los corazones;
Trinidad santa, de cuyo seno todos somos salidos y en cuyo seno quieres unirnos, únanos en la tierra en la fe, la confianza y la caridad, como debemos estar unidos en la bienaventurada eternidad, adonde nos guía tu gracia. Amen”.
En su Diario el P. Dehon menciona este sermón y lo comenta. Dice que para hacerlo se inspiró mucho en Bourdaloue y que es demasiado elevado y teológico para nuestros auditores actuales, que no están formados en las nociones teológicas como el auditorio de Bourdaloue. Después da un muy buen resumen de su prédica, mucho más claro que el texto mismo de su sermón (NHV.5, IX, 171-173).

Notas:
1) Para el sermón de Bourdalou sobre la Trinidad se puede consultar: Bourdalou, „Oeuvres Complètes”, Tome VIII, Paris,1825,460-493.
2) Para el texto del sermón del P. Dehon: „Dehoniana”, 2001/1, 15-22.
Este mismo día el P. Dehon dio también una conferencia a los jóvenes del Patronato sobre la Trinidad, pero en forma mucho más sencilla y amena. Les habló sobre „La Trinidad de los peregrinos en Roma”. Seguramente sobre las festividades que se hacían este día en la Iglesia de „Trinitá dei Monti” (NHV.5, X, 12).


El 28 de junio de 1878 el P. Dehon hizo sus primeros votos religiosos en la Congregación fundada por él. Revisando los primeros documentos de la Congregación, no encontramos en ellos referencias significantes a la Santísima Trinidad. En las Constituciones de 1881 y 1885 se dice que, „el primer fin del Instituto es glorificar a Dios alabando, amando y consolando especialmente al Sagrado Corazón de Jesús”, sin especificar el término Dios.
Igualmente en el Directorio Espiritual de 1885, que todavía formaba una unidad con las Constituciones, no hay nada particular sobre la Trinidad, tampoco en la primera edición del libro de las oraciones „Thesaurus Precum” de 1891, salva una u otra aclamación a la Trinidad en algunas letanías, y en una oración a la Virgen Inmaculada se la llama „Templo de la Santísima Trinidad”. Pero no hay ninguna oración especial dirigida directamente a la Trinidad misma (OSP. VII,262; 284; 286,315).
Consultando las conferencias dadas por el P. Dehon a sus primeros novicios y anotados por el novicio Falleur, no hay nada especial sobre el tema. La espiritualidad de la Congregación en este primer período de su existencia no da entonces mucha énfasis en este misterio. Esto confirma el hecho de que en ninguna de las cartas circulares del Fundador encontramos la palabra Trinidad.
Veamos ahora un poco su devoción personal a la Santísima Trinidad durante estos mismos años:
El 28 de enero de 1886 el P. Dehon comenzó a continuar su Diario „Notes Quotidiennes”, que había dejado de escribir en febrero de 1870. Difícil entonces encontrar algo sobre los años intermedios. Por otro lado, revisando sus anotaciones de 1886-1892 no hallamos ninguna referencia a la Santísima Trinidad. Habla de la fiesta de Pentecostés, del S. Corazón, conmemora varias fiestas de la Virgen, pero nada sobre la Trinidad. Solamente encontramos algunas referencias en las anotaciones de su retiro que hizo en Braine del 17 de octubre al 16 de noviembre de 1893.
El 18 de octubre en la segunda meditación de este día, que tiene como título: „Dios y yo”, leemos:
„Que bueno es alabar a Dios, hacerle feliz, ser uno de sus amigos. La Santísima Trinidad habita en nosotros. Unamos nuestras alabanzas a las que ella se dirige a sí misma” (NQT. RB/ 1893,Vol. I, p.374).
El 25 de octubre anota sobre su primera meditación de este día:„La contemplación de la Encarnación”:
„Veo en este misterio la inmensa necesidad que tenía la humanidad de salvación: reinaban todas las pasiones, tanto en tiempos de paz, como en tiempos de guerra; en todas partes hay corrupción e idolatría, el pueblo de Dios mismo está bien degenerado. La Santísima Trinidad ve a los hombres precipitarse al infierno, pues todos murieron sin redención.
Y continúa: „Me dejo inspirar por una piadosa y conmovedora imagen (la Encarnación por Führich). El arcángel está con una rodilla en la tierra delante de la Virgen. Le señala con el dedo a la Trinidad en el cielo. El pequeño Jesús desciende del seno del Padre precedido por una paloma. María está de pie trabajando, pero tan modesta y tan pura” (NQT. Vol. I, p.389).
En la tercera meditación del 27 de octubre sobre el „Corazón de Jesús en Nazareth” encontramos la expresión: „Corazón de Jesús templo de la Santísima Trinidad”, y en la primera meditación del 8 de noviembre que el „Corazón de Jesús, abierto por la lanza” es „el Santuario de la Trinidad” (NQT. Vol. I, p.396 y 419).


En esta obra espiritual del P. Dehon hay algunas referencias a la Santísima Trinidad.
En la primera meditación: „Dios es Amor” hay un coloquio entre Jesús, el Salvador y el discípulo:
„Hijo, mío, Dios es amor, así te enseña mi discípulo bien amado, San Juan. Dios es el ser infinito, independiente, inmutable, eterno: Yo soy el que soy (Ex. III,14).
La vida misma de Dios es la plena y perfecta posesión de su ser por la inteligencia y el amor. La vida de Dios en Él mismo es conocerse y amarse. Es también mi vida en el seno de la augusta Trinidad.
Dios es además infinitamente bueno y la fuente de todo bien. Y todo el bien creado no es sino una pequeñísima participación, una chispa de este bien infinito.
Los ángeles y santos contemplarán por toda la eternidad este encantador espectáculo de belleza y de bondad. De esta fuente inexhausta sacarán sin fin el encanto y la dicha, que constituye nuestra infinita felicidad en la Santísima Trinidad.
Pero la bondad es comunicativa. Dios desde toda la eternidad comunica su naturaleza infinita a las personas divinas, a su Hijo y a su Espíritu.
Antes de la creación, ese amor se terminaba en el misterio trinitario, pero su bondad hizo las criaturas a su imagen y semejanza, a las que ama necesariamente por parecerse al Él. Su amor se extiende a ellas, sobre todo a los seres inteligentes”.
El tercer punto de la misma meditación tiene como título: „El amor divino resplandece sobre todo en la redención”. Leemos:
„Su misericordia brilló particularmente después del pecado. Lejos de rechazar a sus criaturas que se veían perdidas, se portó con ellas con la mayor dulzura. Me envió a mí, su Hijo con la misión de encarnarme y hacerme visible entre los hombres, de vivir con ellos y de perdonarles sus pecados: „Amó tanto Dios al mundo, que no paró hasta dar a su Hijo unigénito”.
Mi Corazón fue traspasado, por un designio del amor del Padre, que quería abrir una fuente inexhausta de gracias y hacer llegar el amor al colmo, que me llevó a dar mi vida en la cruz para tu salvación.
Quiso también el amor divino que yo te santificare con su Espíritu, que te hiciere hijo de Dios y te dejare provisto para tu salvación de poderosísimos recursos adaptados a tu salvación” (OSP. I, 34-37).
En la segunda meditación: „Díos nos ha creado para amarlo sobre todas las cosas” hay otro coloquio de Jesús con el discípulo.
„El Salvador: „Hijo mío, la creación es la primera de las obras externas de Dios. Al producir las criaturas, no pudo la Sanísima Trinidad tener otra mira que ella misma, porque nada existía fuera de ella. Al dar el ser y la vida a las criaturas, no pudo proponer a ellas otro fin que hacer admirar y amar su infinita bondad.
Toda la vida íntima de la Trinidad era amor, pero hemos querido hacer participar a esta vida también las criaturas. Por eso dijimos: „Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza (Gen. I, 26)”. Nos conocerá con su inteligencia y nos amará con el corazón que le daremos.
Sin duda nuestros beneficios te ayudan y te estimulan a amarnos, pero no hemos querido que tu nos amare sólo por nuestros beneficios, porque sería amarte a ti mismo y no a nosotros.
En cambio, tu debes elevarte a nosotros y al amor que merecemos por nuestra belleza y nuestra bondad infinitas. Nosotros somos el principio y el fin de todas las cosas, es necesario que todo vuelva a nosotros, como todo procedió de nosotros. Si de algo somos celosos, es del amor de las criaturas. ¿Hubiéramos podido crearlas para que amándose a sí mismas nos amarían en segundo lugar a causa de nuestros beneficios?
No, injusto sería que la criatura comenzara por amarse a sí mima y no amaría a su Creador, sino por los beneficios que recibe o espera recibir.
La Santísima Trinidad no es sólo amable a título de bienhechor, tiene otro título más excelente para reclamar el amor de sus criaturas: son sus perfecciones infinitas Quiere que las criaturas racionales la amen ante todo por si misma y que después se sirvan de los motivos de gratitud y de esperanza para amarla más.
El amor de gratitud y de esperanza no es la caridad propiamente dicha, la caridad perfecta, que debes a nosotros y que nosotros te pedimos. El motivo de su soberana amabilidad es el más puro y perfecto de los que deben determinarte a amarnos” (OSP. I, 40).
Continuamos con la tercera meditación: „La Providencia amorosa de Dios”. Dice el P. Dehon:
„La conservación de las criaturas es como la continuación de la creación. Pero, ¿cuál es el fin divino de esta conservación? Siempre el mismo: Dios quiere ser conocido, alabado, y amado por las criaturas racionales. Nosotros, Padre, Hijo y Espíritu Santo velamos por toda la creación y nuestra Providencia se extiende a todos. Por ella subsisten todos los seres en sus especies y naturalezas individuales” (OSP. I, 45). del amor
También la décima sexta meditación: „El cielo es la morada” habla sobre la Trinidad:
„El Salvador: „Si, hijo mío, el cielo es la morada y la recompensa del amor. Así lo describo en el Evangelio. Allí estaré en mis funciones del Buen Pastor y reuniendo a mis corderos les diré: „Vengan bienamados de mi Padre, vengan conmigo en el seno de mi Padre que los ama”.
¿En qué consistirá en el cielo tu felicidad y tu gloria? En el amor de Dios y en ser amado por Él. ¿Qué harás durante toda la eternidad? Lo que hace la misma Trinidad: amarás. La fe y la esperanza pasarán, solamente el amor no pasará.
Mi Padre y Yo reinamos en el cielo por la efusión de nuestro amor. Lo hacemos desbordar en todos aquellos que componen nuestra corte y vuelve fielmente a nosotros sin que alguien conserva algo para sí mismo. Es un flujo y reflujo continuo de amor que, partiendo de la adorable Trinidad, que es su fuente, le retorna incesantemente. En esto consiste la diferencia entre el cielo y la tierra” (OSP. I, 110-111).
En la meditación que sigue, la décima séptima, „La gracia es el don del amor”, hay unos textos más extensos en relación con la Trinidad.
„El Salador: „Si, hijo mío, me gusta distribuir mis gracias con magnificencia. La lluvia que cae del cielo para inundar y fecundar la tierra representa sólo imperfectamente la multitud de gracias por las que, con el Padre y el Espíritu Santo, no dejo de atraerte a nosotros y excitarte a la caridad y todas las obras buenas”.
Y en el segundo punto de la misma meditación: „La excelencia de la gracia en su principio”:
„Considera la excelencia de la gracia en su principio. Para procurártela fue necesario el concurso de las tres personas de la Trinidad.
El concurso del Padre, que, habiéndote predestinado desde toda la eternidad a la vida sobrenatural, te preparó igualmente a la gracia, que debe iniciarte en esta vida y desarrollarla en tu alma. En su misericordiosa bondad e impulsado por su amor, no se contentó con salir de su reposo para sacarte de la nada; por una segunda creación, más admirable que la primera y en vista de los méritos de mi Sagrado Corazón, te asoció a mi propia vida, para hacerte practicar en mi las obras de santidad: „creados en Cristo Jesús para hacer obras buenas (Ef.2,10)”.
Pero, destinándote a este fin sublime, al mismo tiempo te ha preparado por un decreto eterno las gracias necesarias para alcanzarlo.
El concurso personal de Jesucristo. No bastó el que el Padre te destinara la gracia, era preciso que Yo la mereciera con mis sufrimientos y mi muerte y esto es lo que sobre todo constituye su excelencia. Para darte los bienes de la naturaleza, bastó a la Santísima Trinidad una palabra: „Lo dijo y fue hecho” (Ps. 148,5).
Pero para procurarte los bienes de la gracia tuve que humillarme hasta revestirme de la humanidad y en la humanidad que me asocié, sufrir, dar mi sangre y morir por ti. La menor de las gracias es el precio de mi sangre.
Es como mi misma sangre: una gota cae sobre el alma para sanarla, fortificarla y santificarla. Mi costado abierto fue la señal de la efusión de las gracias. Como Yo mismo dije a mi sierva Margarita María: „Es un abismo sin fondo, cavado por una flecha sin medida, la del amor. El alma encuentra aquí el manantial de agua viva para purificarse y recibir la vida de la gracia, que el pecado se le había quitado. El corazón encuentra aquí un horno de amor, que no le deja vivir sino una vida de amor (Su vida II,83)”.
El concurso del Espíritu Santo. El Espíritu Santo realiza la aplicación de la gracia, decretada por el Padre y merecida por el Verbo Encarnado por las virtudes y sufrimientos de mi Corazón.
Es Él que descendió sobre la Iglesia el día de Pentecostés y no deja de vivificarla por su acción. Se manifestó bajo la imagen del fuego, para mostrarte que es Él que ilumina, calienta y purifica. Para lograr penetrar la gracia en las almas, emplea agentes visibles bajo los que se oculta, como los sacramentos, los objetos bendecidos por la Iglesia, la palabra de los predicadores, el ministerio de los pastores. Pero, no son éstos sino instrumentos impotentes por ellos mismos y que no tienen virtud, sino la que Él les comunica” (OSP. I, 115-117).
En la trigésima séptima meditación: „La Unión, término del amor. Pentecostés” tenemos las últimas referencias a la Santísima Trinidad:
„Resumen:„La Santísima Trinidad habita en nosotros por la gracia, pero el Espíritu Santo es el que tiene la misión de santificarnos, de poner en nosotros la verdad, la caridad, las virtudes y los dones sobrenaturales.
Nuestro Señor está unido a nosotros como la vid a los sarmientos e infunde en nosotros su Espíritu, que nos purifica, nos ilumina, nos eleva y nos gobierna, pero, que sobre todo, infunde en nosotros la caridad.
La oración, la abnegación y la obediencia son los medios necesarios para que la caridad obre poderosamente en las almas y realice en ellas un Pentecostés continuo”.
„Primer punto: La Santísima Trinidad habita en nosotros por la gracia.
El Salvador: „Varias veces y particularmente en los desahogos de mi Corazón después de la Cena he dicho a mis discípulos: „Oren, practiquen la abnegación, observen los mandamientos de mi Padre, y mi Padre los amará y Yo también y vendremos y moraremos en ustedes y les daremos el Espíritu Santo con sus gracias y frutos”.
El te consolará, te iluminará, pondrá en tu alma la paz, el gozo y sobre todo la caridad. No te damos solamente nuestra gracia, sino que nosotros mismos venimos a morar en ti, como en nuestro templo y en nuestro reino.
El Ángel no dijo solamente a mi Madre: „Ave, llena de gracia”, sino añadió : „El Señor es contigo”; y esto se realiza en cierta medida también en ti. Nosotros fijamos nuestra morada en todas las almas que se han levado en estado de gracia y el Espíritu Santo habita en ellas particularmente.
Vivimos en tu corazón para obrar en él y por él lo que pertenece a la vida sobrenatural. Estamos en tu corazón, como un padre de familia en su casa para gobernarla, como un maestro en su escuela, para enseñar su doctrina; como un jardinero en sus parterres, para hacer producir a sus plantas flores y frutos; como un monarca en su reino, para llevar sus riendas; como el sol en el mundo, para iluminarlo; como el alma y el cuerpo para darle vida, sentimientos y acción.
Tenía razón San Agustín para decir, que „Dios es para nuestra alma lo que el alma es para el cuerpo”.
Medita cada una de estas funciones de la Santísima Trinidad y particularmente del Espíritu Santo en tu alma. Trata de vivir las consecuencias que tiene; déjate conducir, guiar, iluminar, así participarás a nuestra vida. Serás animado de la caridad más pura para con nosotros y con las almas, de esta caridad que es derramada en tu alma por el Espíritu Santo, como dice San Pablo: „La caridad se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos da (Rom.5,5)”.
Serás guiado en todo por el Espíritu de Dios, como conviene a los hijos de Dios: „Los hijos de Dios son guiados por el Espíritu de Dios (Rom.8,14)”.
Quién te guía realmente es el Espíritu Santo, pero su acción misma es dirigida por mí. Ella es el fruto de mis méritos y el don de mi Corazón. Es mi Corazón que te da la gracia del Espíritu Santo. Es mi Corazón que vive en el tuyo, si eres fiel a la gracia”.
„Segundo punto: Nuestras relaciones con Dios viviendo en nosotros.
La intimidad de tus relaciones con nosotros depende de tu voluntad: serán relaciones de afecto recíproco, como de amigo a amigo, de hijo a padre, de esposo a esposa; y, si no pondrás obstáculos, serán relaciones agradables y fructuosas. Es una sociedad de vida y de operaciones que realiza una intimidad parecida a la que hacen de dos personas un solo corazón y una sola alma.
¿No te he dicho que debías ser una misma cosa conmigo como los sarmientos con la vid? Yo mismo estoy unido con mi Padre como la cepa a su raíz y te envío a ti que sois mis ramas, la savia vivificante que es el Espíritu Santo y de esta manera no eres sino una cosa con nosotros, como nosotros somos uno en la Santísima Trinidad” (OSP. I, 215-217).


En octubre de 1900 el P. Dehon anota en su Diario: „El mes de octubre fue un mes de trabajo tranquilo y firme. Escribí el Mes del S. Corazón para el editor Klotz. Encontré una gran alegría y una gran edificación en este trabajo. Espero que haga algo de bien” (NQT. XIV,40).
Y en noviembre del mismo año: „Todavía un buen mes de trabajo. Escribí el Mes de María con la misma alegría espiritual que el Mes del S. Corazón. Estos dos meses me valen un largo retiro” (NQT. XIV,41).


5.1. „El mes del Sagrado Corazón”

Son 33 meditaciones sobre las letanías del Sagrado Corazón en que cita varias veces a Juan Eudes, Santa Gertrudis, Santa Matilde, Santa Margarita María, San Bernardo, San Agustín y a otros doctores del S. Corazón.
En la primera meditación: „Corazón de Jesús, Hijo del Padre eterno” dice que, „el Hijo de Dios tiene la misma naturaleza del Padre, es decir la naturaleza propia de Dios. Esta doctrina de nuestra fe nos introduce en el santuario mismo de la Santísima Trinidad, en el más íntimo del misterio de la vida divina”.
Después contempla con el venerable P. Eudes „la fuente de cada amor en el seno de la adorable Trinidad (OSP. I,421-424; 428)”.
La segunda meditación: „Corazón de Jesús formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen María”. contempla con Santa Matilde la admirable obra del amor en la Encarnación. Dice que, „el Señor en sus manifestaciones a la Santa explicó como las palpitaciones de su S. Corazón eran conducidas por el triple amor de la Santísima Trinidad que vive en Él y por su amor humano: el amor todopoderoso que le inmolaba todo, haciéndolo invencible a los malos tratos de los judíos; el amor infinitamente sabio que ordenaba y gobernaba toda su vida; el amor infinitamente dulce, que le hacía encontrar amables sus sufrimientos redentores; en fin, su amor humano que versaba la gracia sobre sus labios y lo hacía amar por todos”.
Y continúa: „¡Qué lecciones de agradecimiento para nosotros, para con Dios Padre que nos dio a su Hijo; para con el Verbo de Dios que se hizo hombre y murió para rescatarnos; para con el Espíritu Santo, cuyo amor infinito nos dio al Redentor!” (OSP. I,429-430).
En la cuarta meditación: „Corazón de Jesús, soberana majestad” leemos:
„El Corazón de Jesús, siendo substancialmente unido al Verbo, tiene por eso una majestad infinita. Nadie mejor ha sacado esta conclusión que el venerable P. Eudes; es con él que adoraremos hoy la majestad infinita del Corazón de Jesús.
El Corazón de Jesús participa a la majestad de la Santísima Trinidad. Las tres personas divinas han un mismo poder, una misma sabiduría, una misma bondad, un mismo espíritu, una misma voluntad, un mismo corazón. Por eso que nuestro Salvador, en cuanto Dios, tiene un mismo corazón con el Padre y con el Espíritu Santo; en cuanto hombre, su Corazón humanamente divino y divinamente humano es también uno solo con el corazón del Padre y del Espíritu Santo por su unidad de espíritu, de amor y de voluntad. Por eso adorar el Corazón de Jesús es adorar el corazón del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La Santísima Trinidad vive y reina con toda su majestad en el Corazón de Jesús. El Padre eterno está en este Corazón admirable, hace nacer a su Hijo muy amado y lo hace vivir de la misma vida, enteramente santa y enteramente divina, de la que Él vive en su seno admirable desde toda la eternidad. Le imprime también una imagen muy excelente de su divina paternidad, para que este Corazón humanamente divino y divinamente humano sea el Padre de todos los corazones de los hijos de Dios. Por eso nuestros corazones deben mirarlo, amar y honrarlo como su Padre muy amable y esforzarse de grabar en ellos una perfecta semejanza de su vida y de sus virtudes.
¡Oh buen Jesús! Adoramos en tu divino Corazón la majestad infinita de tu Padre celestial y te pedimos de hacer reinar en nuestros corazones la obediencia y el afecto filial que tu mismo has practicado hasta la muerte.
Consideremos también como el Verbo eterno está con su majestad infinita en el Corazón real de Jesús, uniéndolo con la más íntima unión que se puede imaginar, es decir con la unión hipostática. Esta unión hace este mismo Corazón adorable con la misma adoración que se debe a Dios.
El Verbo eterno vive y reina en el Corazón del Hombre-Dios. Reina allí sobre todas sus pasiones humanas que residen en el corazón.
¡Oh Jesús, rey de mi corazón! Viva y reine así sobre mis pasiones, uniéndolas con las tuyas y no permitas que sean usadas sin tu conducción y para tu gloria.
Consideremos todavía como también el Espíritu Santo, con toda su majestad infinita, vive y reina en el Corazón de Jesús de una manera inefable. Mantiene aquí oculto los tesoros infinitos de la ciencia y de la sabiduría de Dios, y lo llena con todos sus dones en un grado soberano según sus divinas palabras: „El Espíritu Santo bajará sobre Él, el espíritu de sabiduría y de inteligencia, el espíritu de consejo y de fuerza, el espíritu de ciencia y de piedad; igualmente será llenado del espíritu del temor del Señor”.
Las tres personas divinas viven y reinan en el Corazón del Salvador, como en el trono más alto de su amor, en el primer cielo de su gloria, en el paraíso de sus más queridas delicias. Aquí ellas derraman, con el reflejo de su majestad infinita, una abundancia y una profusión inexplicables de luces admirables, océanos inmensos de gracias y torrentes de llamas de su eterno amor.
¡Oh Santísima Trinidad!, alabanzas infinitas te sean dadas para siempre para todos los milagros de amor que operas en el Corazón de mi divino Jesús; te ofrezco el mío, con los de todos mis hermanos, y te suplico muy humildemente tomar entera posesión de él, y destruir todo que te desagrada y de establecer aquí soberanamente el reino de tu divino amor”.
A consecuencia de esta vida especial de la Santísima Trinidad en el Corazón de Jesús, este divino Corazón llegó a ser el santuario y la imagen de todas las perfecciones divinas (OSP. I, 438)”.
A continuación cita algunos textos de Santa Matilde:
„Para alabar dignamente la infinita majestad de este divino Corazón, en que reina la augusta Trinidad con todas sus perfecciones sirvámonos de palabras inspiradas por Nuestro Señor mismo a Santa Matilde:
„Te saludo, dulcísimo Corazón de Jesús, más dulce que la miel, fuente viva de todas las gracias y de toda bondad. Te saludo, Corazón amantísimo de Jesús, noble tesoro de todas las riquezas de Dios. Mil veces te bendigo, y te saludo. ¡Oh noble Corazón de Jesús!, por esta mutua reciprocidad de amor que te une a la Santísima Trinidad, te saludo y te adoro en la abundancia de todas las gracias que emanan de ti y que emanarán siempre sobre todas las almas.
Te bendigo, Corazón muy amable de Jesús, te bendigo en este amor que, por la virtud del Espíritu Santo, te ha creado de la sangre purísima de la Virgen María. Te glorifico, dulcísimo Corazón de Jesús, en este amor de la Santísima Trinidad que te ha ornado tan magníficamente con todos los dones celestiales.
Te exalto, Corazón muy compasivo de Jesús, en este amor, de que siempre estabas devorado por el género humano. Te venero, Corazón muy generoso de Jesús, en este amor que te ha destrozado , cuando estabas muriendo en la cruz. Te saludo, Corazón de Jesús, Corazón tan digno de toda mi confianza, te alabo en este amor, que hizo permitir a la lanza traspasarte, que te hizo destilar agua y sangre.
Y ahora me dirijo a ti, muy augusta Trinidad, y por este Corazón infinitamente bendecido, te alabo, te glorifico y te bendigo por lo que has podido, has sabido, has querido derramar en el muy noble Corazón de Jesús tantos dones y una tan abundante profusión de gracias. Y con todo el afecto y todo el respeto posibles, ofrezco a tu suprema Majestad a este mismo Corazón tan dulce, este Corazón tan digno, este Corazón siempre sobre todos los corazones, lleno de todas las amabilidades de la Divinidad e inundado de la más perfecta felicidad. Dígnate reparar completamente por Él todo el mal que hice y todas las negligencias que metí por hacer el bien (Santa Matilde : libro III, capítulo VIII)” (OSP. I,437-439).
Quinta meditación: „El Corazón de Jesús, templo santo del Señor”.
Escribe el P. Dehon: „Hemos visto que el Corazón de Jesús es substancialmente unido al Verbo, Hijo de Dios y que la Santísima Trinidad vive y reina en este divino Corazón. Con razón podemos entonces llamar el Corazón de Jesús el Templo santo del Señor. ¿A quién pediremos hoy desarrollar este pensamiento? Escuchemos a San Bernardo”.
En las líneas siguientes San Bernardo compara el Corazón de Jesús con la arca del testamento, el sanctasántorum. Muestra el costado abierto del divino Crucificado, el Corazón de Jesús, como el templo propicio a la oración, a la alabanza, al amor. Lo propone a los pecadores como el santuario de la escucha y de la acogida.
Termina el P. Dehon:„Entremos varias veces con San Bernardo, con Santa Gertrudis y Margarita María en el Templo santo del Corazón de Jesús” (OSP. I,442-443).
La décima sexta meditación: „Corazón de Jesús, objeto de la complacencia del Padre”.
Comienza el P. Dehon: „El Corazón de Jesús es el objeto de la complacencia del Padre celeste, no solamente porque es el Corazón de su Hijo muy amado, el Corazón ornado con todas las perfecciones del Verbo encarnado, sino también porque Dios Padre recibe de este Corazón, en la medida más amplia, todo lo que espera de las criaturas : adoración, alabanza, acción de gracias, ofrenda, reparación. Santa Matilde ha aclarado bien estos actos del Corazón de Jesús tan agradables a su Padre.
Es por el Sagrado Corazón que podemos adorar a Dios de una manera digna de su majestad. Solamente el Hijo de Dios hecho hombre puede ofrecer un homenaje digno de la Santísima Trinidad”.
Después explica cómo Jesús enseñaba a Santa Matilde alabar en la mejor forma posible a la Trinidad: golpeando su Corazón, para que Él ofreciera nuestra alabanza junto con la suya a la Trinidad (OSP. I, 498-499).


5.2. „El mes de María” Sobre las letanías de la Santísima Virgen

Comienza la introducción de su libro con las palabras: „Padre celeste, que eres Dios, Hijo, Redentor del mundo, que eres Dios, Espíritu Santo que eres Dios. Santísima Trinidad, que eres un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Y continúa:
„Mañana entramos en el bonito mes dedicado a María, Cada día del mes la saludaremos tomando por tema de nuestra alabanza y de nuestras oraciones una de las invocaciones, que la Iglesia le dirige bajo la forma de letanías.
Hoy, con nuestras piadosas letanías, vamos al origen de las cosas y percibimos a María ya toda resplandeciente de hermosura y de gracias en los senos eternos de la augusta Trinidad.
María, dice San Agustín, es la Obra de un consejo eterno. Podemos imaginarnos a las tres personas de la Trinidad consultándose como colmar a María de los mejores dones.
Dios Padre, preparándose a reparar el mal hecho al hombre por el pecado original, se complació en la bienaventurada Virgen María por ser su ayuda en la obra de la Redención. Desde toda la eternidad Dios Padre contempla en María a su hija muy amada, que debe consolarlo por el desorden producido por el pecado del hombre.
Así también, desde la eternidad, el Hijo de Dios, que tomó la decisión de hacerse hombre, concibió el ideal de una madre, cuya perfección respondía a su dominio soberano y a la gloria de su divinidad. Se prepara un palacio digno de servirle de habitación, decretando de antemano la santidad de esta mujer maravillosa, en que debía tomar su natura humana y la pureza de alma y cuerpo, de ella que debía nutrirlo con su leche materna, conversar con él y acompañarlo en la reparación de los males causados por el pecado.
Admiremos la encantadora belleza del alma de María. La sabiduría divina se ha complacido en ella y la ha preparado de tal modo que fuera digna de ser su Madre.
El Espíritu Santo, como el Padre y el Hijo, se complació en María desde toda la eternidad. Ve en esta Virgen admirable a aquella, que era destinada a cooperar a la grande obra de la Encarnación del Verbo. Se disponía a formar en ella el cuerpo muy puro que debía ser unido al Hijo de Dios. También le preparaba una tal abundancia de gracias que los Santos y los Ángeles se asombraron.
Honremos entonces, como conviene a esta Virgen, que la Trinidad preparó con tanto amor y colmó con tantas gracias. Si le rendimos el culto que ella desea, imitándola en su celo por conservar y aumentar en nuestros corazones la gracia del Espíritu Santo, nos obtendrá de este Dios santificador las fuerzas y la ayuda más grandes; nos obtendrá todas las gracias necesarias para perseverar en el bien hasta la muerte, y para conseguir, después de una muerte santa, la unión íntima, en el conocimiento y el amor, con esta adorable Trinidad, de que es la obra maestra y la más preferida” (OSP. I, 245-248).
Después hay una oración que lleva el título: „Alabanza de Santa Matilde a María”:
„Recuérdate, María, la alegría inefable que te inundó, cuando viste por primera vez a la adorable Trinidad. Has podido contemplar el amor eterno, que la Trinidad te prodiga desde la eternidad, eligiéndote la Madre del Verbo y la Esposa del Espíritu Santo.
Recuérdate el saludo de bienvenida de tu amable Hijo, de tu Padre celestial y de tu Esposo. El esplendor de la divinidad te penetra con su luz más viva; la Trinidad derrama en ti la plenitud de su divino amor y ti colma de infinitas dulzuras, prontas a recaer sobre todas las almas que te las piden.
María, deja desbordar sobre nosotros tu plenitud de gracias para consolar nuestras tristezas y borrar nuestros pecados. Amen” (OSP. I, 249-250).
La meditación del primer día del mes tiene como título: „Santa María, ruega por nosotros”. Comienza el P. Dehon:
„Uno de los dones que la augusta Trinidad ha preparado a María, era su nombre. Este bonito nombre de María fue escogido por Dios mismo , así como el nombre de Jesús” (OSP. I, 251).
En la meditación del segundo día: „Santa Madre de Dios, ruega por nosotros”, dice que „la maternidad divina dio a María las relaciones más íntimas con la augusta Trinidad” y cita un texto de Bossuet (OSP. I, 256).
En la meditación del tercer día: „Santa Virgen de las Vírgenes, ruega por nosotros”, también hay una referencia a la Trinidad:
„La augusta Trinidad quería hacer de María la Madre de Dios, pero quería que esta Madre de Dios poseyera en el grado más alto los encantos y todas las gracias de la virginidad” (OSP. I,261).
Finalmente en la meditación del vigésimo octavo día: „Reina de todos los Santos, ruega por nosotros”, leemos en una cita del P. Juan Eudes: „Los ángeles y los santos que están en el cielo viéndola gloriosamente coronada por la Trinidad exclamaron:
„Es así que Dios ama a la divina Madre, que es la más amable de todas las criaturas; es así que el Padre ama a su muy querida y única Hija; es así que el Espíritu Santo ama a su muy santa Esposa. Es así que el muy amado Corazón de María es el primer objeto de amor de la Trinidad, porque su santidad y su amor han encantado el corazón de Dios” (OSP. I, 390).


En 1901 el P. Dehon publicó su libro: „Vida de Amor”. Encontramos muy pocas referencias sobre la Trinidad en esta obra.
En la tercera meditación: „El deseo del Señor : He venido a traer fuego a la tierra” leemos:
„a.- Dios quiere que lo amemos.
Reflexiones.- Ciertamente el Señor ha venido a la tierra para que el fuego del amor divino arda. La Santísima Trinidad lo tiene como finalidad tanto de la Creación como de la Redención.
El Salvador .- Con ansias deseo que este fuego encienda los corazones de los hombres. Como Dios, no puedo querer otra cosa sino mi gloria y tu felicidad. Como hombre, tampoco tengo otro deseo, ya que éste es el único objeto de mi misión que está perfectamente cumplida, si logro encender en todos los corazones el fuego que arde en los habitantes del cielo y que ellos lo sacan del seno mismo de la Santísima Trinidad.
b.- Nuestra resistencia.
El Salvador.- No hay donde perderte, tienes que elegir: o arder eternamente en el fuego del amor divino, o quemarte para siempre en el fuego del infierno. ¿Cómo es posible que dudes un momento de elegir el fuego del amor, que será tu auténtica felicidad, como lo es de la misma Santísima Trinidad, en vez del fuego infernal que hace la desesperanza, la rabia y la infelicidad perpetua de los demonios y de los condenados?(OSP.II,21-23)”.
En la décima séptima meditación: „Recogimiento y vida interior” hay otra referencia a la Trinidad:
„El Espíritu Santo mora en ti.
Es clarísimo, que para poder vivir esta vida de amor, debes adquirir el hábito de orientarte hacia Dios, de vivir en su presencia y vivir unido a Él y especialmente sacar agua de esta fuente de amor, que es la vida del Espíritu Santo dentro de nosotros.
El acto de adoración con que el cristiano inicia su meditación de la mañana, hay que renovarlo con frecuencia. Puede ser un sencillo acto de fe y de voluntad, una reflexión piadosa. Nuestra imaginación puede ubicarnos ante el trono de la Santísima Trinidad, o frente al Reinado de Cristo o frente a alguno de sus Misterios. No importa lo que sea, con tal que se haga (OSP. II,89)„


En febrero de 1905 el P. Dehon escribe en su Diario: „Reviso las meditaciones que escribí sobre la „Triple Corona”, las estoy completando. Es una gracia para mí. Me pongo en la disposición de un amor ardiente hacia el S. Corazón. Es para mí el único camino para andar un poco solidamente. Las otras direcciones pueden convencerme la mente, pero no me satisfacen mucho. Es mi camino, mi vocación, Jesús quiere de mí un amor tierno o nada. El amor me basta para todo; me ayuda a humillarme, a arrepentirme, a seguir los consejos de perfección, a estar unido a Nuestro Señor. Es mi salvación y mi santificación (NQT. XIX,69)”.
Encontramos en esta obra algunas referencias a la Trinidad en el volumen I y III.
Volumen I
Primer misterio: „La Oblación del Corazón de Jesús en el seno virginal de María”.
Primera meditación: „El don que Dios da de sí mismo”.
Leemos: „Queremos en este retiro echar las primeras bases de nuestro amor hacia el S. Corazón. Pero conviene que consideremos antes cómo Dios nos ha amado, cómo Él se ha donado a nosotros. Antes de contemplar el Corazón de Jesús, es bueno que nos paremos un momento a considerar el Corazón de Dios mismo. Podemos decir que, desde el instante mismo de la creación, mucho antes de que Dios nos diera el Corazón de su Hijo, la Santísima Trinidad misma nos ha donado su Corazón : „Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra”. Hagamos, dice la Santísima Trinidad, una obra grande e importante; reunámonos en consejo para ejecutarla, hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza (Gen.I). El hombre es la imagen de Dios por los dones naturales y sobrenaturales que Dios le ha comunicado. Es, sobre todo, el objeto de la complacencia del Corazón de Dios en la adopción divina.


1. Dios se comunica al hombre por los dones naturales.
Por su vida, su inteligencia, y su voluntad, el hombre es la imagen de la Santísima Trinidad; cada una de las tres personas divinas ha impreso en nuestra alma su rasgo característico; viviendo, nuestra alma reproduce la vida divina y el poder del Padre; pensando, nuestra alma imita la inteligencia del Verbo; amando, exprime el amor del Espíritu Santo. El hombre tiene una semejanza de familia con Dios (OSP. II,189-190)”.

Tercera meditación : „El don que el Hijo de Dios nos hace de sí mismo”.
2. „El Verbo se propone tomar un cuerpo humano”.
„La segunda persona de la Santísima Trinidad decidió entonces de tomar un corazón humano. Ahora bien, este corazón será el órgano sobrenatural de la humanidad. La humanidad pecando ha faltado al amor hacia Dios. Solo un corazón humano y divino a la vez puede reparar esta falta al amor a Dios y darle un amor infinito (OSP. II,200)”.

Cuarta meditación: „El don que Jesús nos hace de su Madre Inmaculada”.
1. Jesús nos da a su Madre.
„La Santísima Trinidad desde el comienzo ha concebido el don total de Jesús y María para nuestra salvación y nuestra felicidad. Ellos están siempre unidos en las promesas, las profecías y las figuras de la Ley antigua (OSP. II,202)”.

Quinta meditación : „La oblación que Nuestro Señor hace de sí mismo y de nosotros al Padre”.
3 „Nuestra oblación”.
„Entreguémonos enteramente, sin reserva. ¿Cómo podemos atrevernos a darnos solo parcialmente, cuando la Santísima Trinidad se ha dado enteramente a nosotros en la creación y en la adopción, después de que el Padre celestial nos ha dado a su Hijo enteramente, después de que el Corazón de Jesús se ha dado enteramente a nosotros? ¿Cómo atrevernos a negar algo a Dios, cuando Dios no niega nada a nosotros? Saquemos la generosidad del amor (OSP. II,207)”.

Volumen III
Premier misterio: „La vida del amor del S. Corazón en la eucaristía”
Cuarta meditación: „La vida gloriosa del S. Corazón en la eucaristía”.
1. „La vida gloriosa del S. Corazón en la eucaristía”
„El Corazón de Jesús más brillante que la luz, todo radiante y ardiente de amor, encanta en una éxtasis eterna a los ángeles y a los santos. Es el sol del Jerusalén celeste, así como dice San Juan. Pues bien, está también en el tabernáculo, y no como imagen, sino realmente. En Él reside la Santísima Trinidad; la Santísima Virgen, San José, los ángeles y los santos forman su corte (OSP. II,426)”.


Los días 12-15 de mayo de 1903 escribe el P. Dehon en su Diario: „Escribí algunas meditaciones sobre el Corazón sacerdotal de Jesús” y en febrero de 1906: „Acabo de terminar mi trabajo sobre el Corazón sacerdotal de Jesús (NQT. XVIII,56 y XX,32)”.
En agosto de 1906 partió a América Latina, volvió en enero de 1907 y comenzó a preparar la publicación del libro, que editado más o menos en mayo. Sigue para su tema varios autores de la „Escuela Francesa”.
Muchos son los textos sobre la Trinidad y las funciones de las personas divinas, especialmente en los primeros capítulos. Resumiendo dice el P. Dehon:
„Que Jesús debe su vocación sacerdotal a su Padre. Fue Él que lo envió al mundo para ser su sacerdote. Por eso dio a su Hijo un corazón sacerdotal.
El Verbo Encarnado ejerce este sacerdocio desde el mismo momento de la Encarnación. El Verbo de Dios, al encarnarse, pronunció las palabras del „Ecce Venio”, que son palabras que brotan de un corazón sacerdotal.
Cristo sin embargo es sacerdote por la unción del Espíritu Santo. Recibió la unción del Espíritu Santo sobre todo en su corazón. Así Jesús es sacerdote en todo su ser, pero el centro de su vida sacerdotal es su corazón. En su corazón acepta su misión y su sacrificio. „Aquí estoy, decía a su Padre, su voluntad será la ley de mi corazón” (Ps. 39).
El sacrificio de Jesús es un sacrificio de amor.
Jesucristo es el único sacerdote del Padre desde la Encarnación para toda la eternidad.
Con el misterio de la Encarnación las tres personas diversas de la Santísima Trinidad deseaban igualmente lograr el fin propuesto, que es la reparación de la gloria divina y la salvación de las almas” (OSP. II, 525-536).
Hay otra referencia a la Trinidad en la novena meditación: „Los ejercicios sacerdotales”:
1. La preparación sacerdotal.
„El Salvador no fue ordenado sacerdote con una ordenación especial. Recibió la unción del Espíritu Santo juntamente con la unión hipostática, es decir en el momento mismo de su encarnación. Desde aquel momento, es sacerdote para siempre. Pero plugo a su Padre confirmar y manifestar esta unción en el momento en que el Salvador iba a dar comienzo a su vida pública. A orillas del Jordán, cuando N. Señor recibe el bautismo de Juan Bautista, el Espíritu Santo descansa sobre su cabeza y confirma en Él la gracia de Mesías y de sacerdote y Dios Padre nos manifiesta su misión, diciéndonos: „Este es mi Hijo muy amado (OSP .II,549)”.


Muy escasas son las referencias a la Trinidad en su Diario durante este largo período 1894-1915.
En 1906 el P. Dehon durante su viaje por América Latina, está alojado algunos días en el convento de los Padres Benedictinos en Río de Janeiro. Aprovecha de hacer un pequeño retiro. El Prior le invita a hacer una conferencia a los monjes sobre la devoción al S. Corazón. Publica en su Diario el esquema de su conferencia. En uno de los puntos que trata dice que, el Sagrado Corazón desde la eternidad estaba presente en el pensamiento de la Trinidad (NQT. XXII,83).
En noviembre de 1909 lee el libro „La vida reparadora” del Abbé de Bretagna. Este sacerdote se apoyaba en su libro en la espiritualidad del P. Giraud (Cf. NQT. XXXIV,51).
También el P. Dehon se había inspirado en este autor para su libro: „El Corazón sacerdotal de Jesús”.
Escribe el P. Dehon: „Encuentro providencialmente un buen libro: „La vida reparadora” del Abbé de Bretagne. Jesús es el verdadero reparador, pero nos admite al honor de unir nuestras pequeñas reparaciones con las suyas. El medio es la unión con Él bajo todas sus formas : la memoria, la imitación, la gracia, la eucaristía, pero sobre todo la vida interior : „Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará y yo lo amaré y me manifestará a él. Vendremos a él y en el haremos morada (Juan 14,21-24)”.
„Permaneced en mí, como yo permanezco en vosotros. El que permanece en mí como yo en él, ése da mucho fruto (Juan 15,4-5)”.
„Yo soy el camino, la verdad y la vida…No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros…y yo rogaré al Padre, y os dará otro Paráclito, que estará con vosotros (Juan 14,6,8,16)”.
La Santísima Trinidad demora en nosotros. El Padre demora allí con su bondad paternal (Mi Padre lo amará); el Cristo demora allí como Mediador (Rogaré al Padre - Os daré otro Paráclito); el Espíritu Santo demora allí como Santificador (Os enseñará todas las cosas)” (NQT. XXV,3).
En marzo de 1910 anota : „La Providencia me da en las manos varias obras de la escuela dominicana : „La causalidad instrumental en la teología” de P. Hugon.- „De la habitación del Espíritu Santo en las almas” del P. Froget. Podría sacarles mucho provecho.
Primero está la habitación de la Santísima Trinidad en nosotros por la gracia, habitación que se hace más íntima con cada crecimiento de la gracia, cada paso hecho en la virtud. Esta habitación está atribuida al Espíritu Santo a causa de su carácter personal de santidad y de amor (NQT. XXV,17-18)”.



Por causa de la primera guerra mundial el P. Dehon, desde fines de agosto de 1914, se hallaba confinado en San Quintín. Aprovechó el tiempo para leer varias obras espirituales y en enero de 1915 cayó en sus manos una biografía de Sor Isabel de la Trinidad. La lectura de este libro influyó en su devoción a la Santísima Trinidad por todo el resto de su vida.
Queremos presentar primeramente las impresiones que el P. Dehon anotó en su Diario después de haber leído esta obra, y después dar algunos rasgos biográficos de la santa.


Anota en su Diario:
„Sor Isabel de la Trinidad.
I.- Leí con mucho encanto la vida de Sor Isabel de la Trinidad, del Carmel de Dijon. Tiene su misión de cumplir en nuestros tiempos, como Santa Teresa del Niño Jesús. Santa Teresa inspira a los que leen su vida a la simplicidad y al espíritu de infancia espiritual, junto con prodigar las gracias temporales. Sor Isabel misma describe su gracia o su carisma. „Creo, dice ella, que en el cielo mi misión será llamar a las almas al recogimiento interno, ayudándolas a sa la razón, porque en su Diario de vida hemos encontrado tan poco sobre su devoción a la Trinidad y porque en algunas de sus obras espirituales hay tan pocas referencias a este misterio.
En marzo de 1917, la ciudad de San Quintín fue evacuada. El 19 de abril el P. Dehon llega a Bruselas en condiciones precarias. Dentro poco recomienza sus actividades. Hay menos tiempo para la lectura espiritual, pero encuentra siempre la posibilidad de hacerla. Sabe combinar muy bien la vida activa con la contemplación.
Hace tiempo estaba acostumbrado de hacer el ejercicio de la Misa espiritual, según las indicaciones de Santa Gertrudis. Incorpora ahora en esta práctica también su devoción renovada a la Santísima Trinidad. Anota en junio de 1917:
„Varias veces cada día me dirijo a mí ángel de la guarda. Con él saludo a la Santísima Trinidad, viviente en mí y a Jesús en el tabernáculo. Después lo envío a María en el cielo. Con ella y nuestros ángeles y santos protectores ofrezco a la Santísima Trinidad el hermoso sacrificio del Corazón de Jesús para la alabanza de Dios y para las intenciones por las que debo rezar. Cuando tengo tiempo, tanto en la oración como en la adoración, nombro a todo

s los santos que me son queridos….Es una Misa espiritual con un bonito Comunicantes”.
„Ofrecer con María, sus santos protectores el Corazón de Jesús a la Santísima Trinidad”, es un acto que hace espontáneamente y habitualmente.
En 1919 dice que celebra la Misa pensando en la Trinidad. Le gusta la oración del Canon: „Señor Jesucristo, que por la voluntad del Padre, y con la cooperación del Espíritu Santo, has vivificado el mundo…..”
En junio de 1921 el P. Dehon predica el día de la fiesta del S. Corazón en la basílica de San Quintín. En su sermón hay una idea, que proviene de Sor Isabel de la Trinidad. Dice : Dios nos ha amado desde toda la eternidad. La Trinidad tiene su consejo para crearnos según su imagen. Un nuevo consejo para la salvación. El Hijo de Dios se ofrece para rescatarnos”.
Los días 18-23 de septiembre el P. Dehon hace su retiro. Sus anotaciones tienen algunas referencias a la Trinidad. Interesante es la idea que „el Espíritu Santo es en la Trinidad como la madre, pues es el Espíritu de amor. Es nuestro educador, nos enseña, nos consuela, nos fortalece”.
Y en la misma línea anota: „Dios no está lejano, está en nosotros y vive en nosotros, Padre, Hijo, Espíritu Santo. Pensemos en esto sin cesar. Somos de su mismo linaje. Es un círculo de amor. Es nuestra familia del cielo, Padre, Madre, el Hijo mayor.
La Santísima Trinidad.- ¡Qué devoción bella y grande”.
Santa Isabel de la Trinidad adoraba al Dios uno y trino en el cielo de su corazón y en el cielo de lo alto. El P. Dehon agrega a esta idea el cielo del tabernáculo. Anota en noviembre de 1923: „Cuando estoy en la capilla, desciende el cielo. Jesús está allí en el tabernáculo, la Santísima Trinidad está con Él, María y José, los ángeles y los santos lo contemplan”.
Al comienzo del año 1924 encontramos en su Diario otra referencia a Sor Isabel de la Trinidad: „Voy a tratar de reparar lo que pueda durante el poco tiempo que me queda. Debo vivir en este pequeño cielo que está en mí, donde habita la Santísima Trinidad”.
En enero de 1925 hay un párrafo sobre „La Misa perpetua en el cielo”. Es otra forma de su ejercicio de la Misa espiritual. Después dice que cada vez saborea más la devoción a la Trinidad.
En el mes de febrero observamos cómo siempre más está preparándose a su muerte, y se pregunta, lo que va a hacer cuando llegará al cielo. Dice que sus primeros homenajes serán para la Santísima Trinidad. Llama la atención que no dice que serán para el Corazón de Jesús.
La última referencia a la Trinidad la encontramos en su Diario en el mes de junio. Es como su último homenaje al Dios uno y trino antes de despedirse de este mundo:
„Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Gloria al Padre, que es mi padre y mi creador. Gloria al Hijo, que se hizo mi hermano y mi salvador. Gloria al Espíritu Santo, que es mi guía y el alma de mi alma”.
Revisemos ahora la influencia de la devoción renovada y más profunda del P. Dehon a la Trinidad en sus obras espirituales, no solamente publicadas, sino también al mismo tiempo escritas después de 1915.
Interesante es la agregación que hace en la nueva edición del Directorio Espiritual de 1919 al fin de la Congregación. No es solamente la gloria a Dos, sino también a la Santísima Trinidad.
No son muchas las referencias a la Trinidad en „Estudios sobre el S. Corazón”.
Dice que, „el Corazón de Jesús es una lira tocada por el Espíritu Santo, al son de que se alegran la Santísima Trinidad y todos el coro celestial”.
„El Corazón de Jesús es la sede digna de la Trinidad y la plenitud de la divinidad”.
El futuro reserva un lugar más grande al S. Corazón en la exposición del dogma católico, también en los tratados de Dios y de la Santísima Trinidad.
Esta obra acentúa entonces más la incorporación del misterio de la Trinidad en la espiritualidad y en la teología del S. Corazón.
No hablamos aquí de las obras espirituales del P. Dehon: „El Año con el S. Corazón” y „La Vida Interior”, pues a pesar de ser publicadas en 1919, fueron escritas antes de 1915.
Espero que la lectura de estas páginas haya dado respuesta a las preguntas que nos hemos hecho en la introducción de este estudio sobre la devoción trinitaria del Fundador. Toca a nosotros ahora hacer también de nuestra vida una alabanza a la Trinidad, viviendo una vida interior intensa con el Padre. El Hijo, y el Espíritu Santo en el cielo de nuestro corazón

  • dehon_doc/articoli/articolo-dehon-42.txt
  • ostatnio zmienione: 2022/06/23 21:59
  • przez 127.0.0.1